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Hace unos días

 

La exhibición monárquica que se ha producido estos días en tierra inglesas, me ha parecido un ejemplo del distanciamiento infinito entre una institución arcaica, imposible de modernizar, y una ciudadanía que sufre problemas acuciantes ajenos a ese desfile de excesos.
La proliferación de alta costura, el catálogo de joyas multiplicadas y la muestra de cirugías plásticas, todo ello inoportuno e innecesario, solo hace que abrir la brecha entre una institución (que cada día lo es menos) y la gente a la que llaman súbditos.
No tienen suficiente con disfrutar de privilegios y privilegios, necesitan hacer gala de ellos para que todos y todas seamos conscientes de dónde está cada cual.
Y nosotros, hemos de frotarnos los ojos y pellizcarnos para recordar que estamos entrados en el siglo XXI aunque la escenografía nos presente un paseo de medallas y coronas, tematizado y ceremonioso, más propio de la edad media.
En la otra cara de la moneda queda la pobreza, la escasez, los recortes de derechos, las huidas, el empleo precario, la imposibilidad de alcanzar una vida digna y un largo etcétera de penurias. Pero, nada de eso afecta a la realeza que está vacunada, con nuestros impuestos, de los males de la plebe. Y todo ello gracias al mitológico color de su sangre.
La sociedad del bienestar se ha acabado, nos dicen, solo era una quimera, nos dicen. Pero eso solo es para algunos, otros la tienen asegurada. Y así lo aceptamos.

Rafael Rivera

  1. Andrés Pinar Says:

    Completamente de acuerdo.Este mundo de contrastes y desigualdades parece no tener remedio.Pero no seamos pesimistas

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