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Ana Lluch : «El poder nos interesa menos a las mujeres, pero desde esos puestos podemos ayudar más»

Ser pionera le ha costado «más esfuerzo» pero cree que las mujeres deben abandonar esa presión de demostrar más. «No es preciso ser mejores que los hombres. Somos diferentes y podemos conseguirlo por otras vías»

Investigadora, catedrática de Medicina de la UV, jefa de servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico de València y referente en el campo del cáncer de mama

Enhorabuena por el premio. Lleva varios recogidos en estos meses.

Las ponentes han nombrado en la jornada a varios enemigos para sacar a relucir esas capacidades, como la autoexigencia y la autolimitación… ¿Somos nuestras peores enemigas?

En verdad sí que es así. Queremos ser las mejores. Queremos tenerlo controlado todo… pero no necesitamos ser superwoman para poder demostrar nuestras capacidades. En contra tenemos la autoexigencia: tener que demostrar, no que somos iguales, sino que somos mejores. Tenemos que abandonarlo. Porque no es preciso que seamos mejores. Somos buenas, somos diferentes y podemos conseguir los objetivos por diferentes vías. Esto es lo que tenemos que entender, porque no tenemos que ser mejores que los hombres para conseguirlo.

¿Ha dado algún paso atrás en su carrera por autolimitarse? ¿Ha sido usted su propio muro alguna vez?

Quizás sí, pero no porque pensara que no era capaz. Para las mujeres, el objetivo no es ser la protagonista, sino que lo que quieres conseguir se cumpla. Yo tenía un jefe fantástico que quería que yo fuera catedrática mucho antes de lo que lo fui. Él decía que me faltaba ambición para ser catedrática, que es como el culmen para una carrera docente. Yo decía: ¡Es que a mí me da igual ser catedrático! Para mí lo importante eran mis clases y la docencia con los alumnos y eso lo podía hacer igual siendo profesora titular. Y eso me costó que lo entendiera. El poder, en parte, nos interesa menos. Y esto es algo que las mujeres lo tenemos como muy en nuestro ADN. Pero también tenemos que entender que, a veces, ocupar esos puestos ayuda. Podemos realizar nuestro trabajo mejor, no por conseguir el sitio, sino porque desde esos lugares de gestión podemos ayudar a muchas más personas.

La Oncología es un campo bastante masculinizado, al menos si miramos las jefaturas de los hospitales. No son muchas.

Somos muchas mujeres en Medicina, pero en cambio en puestos de responsabilidad son menos mujeres, sobre todo porque la mujer tiene el peso familiar del cuidado de los hijos, del cuidado de la familia como algo muy prioritario en su vida y los puestos de responsabilidad se tienen mucho menos como objetivos a conseguir.

Hay pocas jefas de Oncología, pero es que ni siquiera hay muchos referentes femeninos, por ejemplo, entre las premiadas con el Nobel en áreas científicas.

Es una pena. Hemos estado muy ocultas, hemos aportado a la ciencia mucho, pero no se ha visibilizado. Por eso todos estos premios creo que son buenos, los acepto porque creo que lo que hacen es visibilizar, no mi persona, sino a la mujer como ente que puede llegar a conseguir aquellas metas que se proponga.

¿Qué problemas se ha encontrado siendo pionera en un mundo tan masculinizado?

Hace unos años costaba mucho más. He tenido que invertir más esfuerzo y más trabajo para poder conseguirlo. La verdad es que siempre digo que no me han puesto grandes zancadillas pero yo misma me he tenido que demostrar que era capaz y que con mi esfuerzo y mi trabajo lo podía conseguir. Y eso es lo que quiero transmitir, que con el trabajo y el esfuerzo se es capaz de conseguir todo. No nos tenemos que tirar hacia atrás.

¿No le dijeron cosas como ‘Ahí viene la chiquita’?

Más que eso, frases como ¡Uy, Ana es como si no fuera mujer! Eso me lo he tenido que oír, como que a mí me importaba el trabajo o la profesión más pero que no era como las demás mujeres y eso me sentaba fatal. Yo soy una mujer y además lucho por lo que quiero y como quiero.

¿Cómo se siente cuando ahora va a la facultad y ve las clases llenas de mujeres?

Cuando yo era alumna, por el año 1965 o 66, éramos muchas menos, un 25% o 30% de la clase y hoy son el 60%. Me encanta verlo porque considero que las mujeres son importantes para tener esta visión más horizontal y menos verticalista, creo que el futuro de la medicina va a ir por buen camino.

¿Cambiará la medicina en algo fundamental por tener un porcentaje importante de mujeres?

Mi deseo es que lo fuera. Las mujeres tenemos que entender que es algo muy importante esforzarnos por trabajar, por investigar y por dedicar nuestra vida a nuestra profesión.

Usted que ya es una referente como científica e investigadora, ¿qué es lo que más le gustaría que llegara a los estudiantes?

La gran importancia de que se formen muy bien, que consigan aquello que se proponen y que sean capaces de tener una comunicación válida con los pacientes, que es un tema que a mí me preocupa mucho. La falta de comunicación va más allá de la información. En la era de la inteligencia artificial, el análisis de los datos nos va a ayudar a tomar decisiones en cómo hay que tratar una enfermedad pero si no somos capaces de trasladar eso a las pacientes, no sirve para nada porque al paciente lo que le angustia es no saber hacia dónde va. Eso les causa espanto.

¿Si echa la vista atrás, hubiera cambiado algo?

No, verdaderamente yo tengo que dar muchas gracias a la vida. Sin mi familia, sin mi marido, sin mis hijos, y las personas que han ayudado a construirlo todo yo hubiera sido incapaz. En mi vida han sido fundamentales tres pilares: la asistencia a las pacientes, que me han enseñado a vivir y a saber lo que es importante en la vida; la investigación y la docencia a los jóvenes. Yo he tenido la gran suerte de poder tener el sustento de estos tres pilares para seguir avanzando. Las personas que te rodean es lo que verdaderamente queda y lo que da sentido a mi vida.

Victoria Salinas
Artículo publicado en Levante.emv

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