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Clara Campoamor – «La Mujer Olvidada»

 

“La Mujer Olvidada”.

Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino.

Autor: Isaías Lafuente

Editorial: Temas de Hoy. Historia viva

Año: 2006

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El autor de esta narración nos hace viajar en primera persona al pensamiento de Clara Campoamor. Es una biografía parcial de los tiempos iniciales y a los tramos cronológicos en que fue parlamentaria. Se anotan también algunos aspectos de su dura infancia y de las dificultades económicas y de todo tipo que tuvo que soportar hasta alcanzar su situación de abogada.

Isaías Lafuente nos relata como si fuera ella muchos de los debates de Cortes, el estrecho margen que tuvo para alcanzar las cotas que pudo conseguir en solitario, en una lucha titánica por abrirse paso en un mundo de hombres.

Clara Campoamor y Victoria Kent fueron dos parlamentarias que protagonizaron el famoso debate del derecho del voto de la mujer en un duelo que ha quedado reflejado para la Historia en el Diario de las Cortes Españolas.

Clara Campoamor fue de las primeras abogadas que abrió bufete en España y que encomendó la primera parte de su vida a la defensa del derecho de los niños en la separación matrimonial cuando no había divorcio, y de la defensa de la mujer que cometía adulterio. Ambas figuras se modificaron en la legislación republicana dando la oportunidad a la mujer a tener una vida sexual libre y el derecho a elegir pareja libremente, al matrimonio civil, a disolución matrimonial. Estos derechos fueron de nuevo suprimidos y solo se recuperaron a partir de 1977 no sin esfuerzo.

Comprometida desde los años veinte en la defensa de los derechos de la mujer y en el advenimiento de la República, encontró acomodo en las filas del Partido Radical ante las resistencias encontradas en otros partidos republicanos.

Victoria Kent fue también una afamada abogada antes de la llegada de la Republica con la que también se comprometió en los principios republicanos durante el final de la monarquía y la dictadura de Primo de Rivera, figurando como diputada en las filas del Partido Radical Socialista.

Isaías Lafuente lo relata desde la mirada de una anciana casi ciega y enferma, que está al final de sus días en Lausana, en la casa de una amiga, que la acompañó en sus últimos momentos.

Es una mirada valiente no exenta de tristeza, con un balance vital extenso. Una biografía de una mujer que después de esos momentos de gloria y de fama de los años 30, marchó al exilio y peregrinó entre Buenos Aires y Suiza durante el resto de su vida sumida en el olvido.

Sus restos se encuentran en el cementerio de Polloe en Donosti desde 1972 por su expreso deseo. Aunque  nació en Madrid, Donosti era la ciudad a la que amaba y a la que viajó desde niña. Por ello le pidió a su amiga que fuese allí el lugar de su última morada.

Es impresionante en el texto el relato de cómo se recoge el momento en que el 1 de Septiembre de 1931 accede a la tribuna del Parlamento por primera vez. Clara Campoamor sube al foro parlamentario y se dirige a la cámara. Sola, en nombre de todas las mujeres de éste país, por primera vez una mujer lo hacía. Tan solo dos más la escuchan, el resto son hombres. Dos más se eligieron en aquellas elecciones de junio de 1931, dentro de las Cortes Constituyentes de la República Española. Es una paradoja que las mujeres podían ser electas en ese instante pero no electoras. Un extraño modelo de reglamento electoral aquel que propuso el Gobierno provisional de la República.

Clara es una diputada que desde el primer momento dedicó sus tareas parlamentarias a la comisión constitucional, es decir, a redactar la futura Constitución, y sube los seis peldaños del Parlamento para defender los principios de igualdad de hombre y mujeres ante la ley, y para defender el sufragio femenino universal.

Aunque el libro, es un texto de memorias que la autora nunca las llegó a escribir, se recogen en él datos que permiten conocer su infancia y su juventud.

Son las vicisitudes de una huérfana muy joven de padre, a quien adoraba y de una madre que a través de la costura hizo los esfuerzos de sacar a delante a los dos hijos que tenía. Su esfuerzo llegó a tal punto que fue del todo imposible seguir así por más tiempo, lo que supuso que la mayor de los dos hermanos, Clara, tuvo que asumir el relevo de trabajar para complementar los fondos necesarios para el sostenimiento de su familia.

Con gran tenacidad pudo estudiar el bachillerato simultáneamente y conseguir una plaza fija por oposición de telegrafista, uno de los pocos oficios que la sociedad del momento le dejaba a la mujer para ganarse el sustento honradamente.

La tarea de alcanzar la Universidad y conseguir la carrera de derecho debió de ser hercúlea. Con 32 años momento en que para una mujer de la época era ya casi un momento de madurez, nuestra protagonista consiguió acabar la carrera y emanciparse mediante el libre ejercicio el derecho. Paradójicamente todos esos esfuerzos la endurecieron, tanto que los sinsabores posteriores de la vida parlamentaria debieron parecerle más llevaderos.

Abandonada por su partido en el debate del parlamento y en las votaciones consiguientes, los temas de la igualdad de derechos civiles y políticos incluido el derecho al voto, los tuvo que buscar persuadiendo a otros parlamentarios de grupos republicanos afines. Esto le hizo reflexionar sobre cada uno de los debates en los que se vio inmersa y sobre aquellos parlamentarios en los que confiaba y que en ocasiones le dieron la espalda.

Consiguió que se aprobara no sin esfuerzo los principios de igualdad en la comisión constitucional y en el pleno, pero el derecho al voto le llevó a sostener al final un forcejeo dialéctico de considerable magnitud, primero con algunos de sus correligionarios del partido radical, como Álvarez Buylla,  y luego, con la portavoz del partido radical socialista, Victoria Kent.

Se puede ver en la brillante intervención de Clara Campoamor el 1 de Octubre de 1931, su vocación política y cómo los demás le replican. Cuando se aprueba en votación este asunto al día siguiente, la voz de Manuel Cordero, portavoz del Grupo Parlamentario socialista se alzó para defender su opción y como acabó de otorgarle los apoyos y los votos suficientes.

Es curioso que un panadero, acabe dando razones jurídicas y sociales de peso como para ganar esa votación, en medio de los grandes líderes republicanos de la cámara, muchos de ellos afamados juristas y hombres de letras.

Según las crónicas de la época el vértigo del miedo al voto femenino era el fondo de sus temores. En las siguientes elecciones se temían que ese miedo les privara de seguir en sus escaños ante la influencia de la Iglesia católica en el voto femenino. Los partidos conservadores de la cámara presionaban con la Iglesia Católica al fondo, para recordarles que estaban a un paso de perder la mayoría de la cámara.

No obstante, después de las elecciones generales de 1933, en que Clara Campoamor no se presentó, la falta de tribuna desde donde proseguir defendiendo sus propuestas acabó malogrando su obra, llevándole al ostracismo.

Una vez concluido el primer bienio republicano, acabada la discusión de Cortes sobre la Constitución, intentó presentarse por el partido de Izquierda Republicana, organización que dirigía D. Manuel Azaña, pero no logró en su seno los apoyos necesarios para ello, viéndose obligada a ejercer de nuevo su profesión.

Convocada por el investido gobierno de derechas que encabezaba Alejandro Lerroux, le pidieron que encabezara una comisión para dilucidar los sucesos de Asturias. Aceptó para ver la situación de los niños en ese conflicto y se negó a informar de lo que se le reclamaba que era falsear datos de la represión acaecida en los poblados mineros.

Después de que hubiera aceptado un puesto de Directora General en el gobierno de Lerroux como responsable de Beneficencia, y viendo la imposibilidad de llevar a cabo sus objetivos, decidió dimitir y causar baja en el partido Radical, apartarse de la política.

Pasados los primeros meses después del inicio de la Guerra Civil, decidió marchar al exilio, quedando su vida sumergida en la historia y el olvido.

Vivió su largo exilio consumida por la angustia de no poder regresar a su país, viviendo decepcionada el resto de sus días, por la pérdida de los derechos de la mujer después de 1939, derechos que no vio recuperados y que tanto había contribuido a defender.

Perseguida por el régimen de Franco, nunca pudo volver a vivir en España. En algunos viajes que pudo hacer de incógnito, esquivó su detención lo que le obligó a salir precipitadamente para no ser enviada a la cárcel. Solo puedo hacerlo, convertida en cenizas, tras su muerte, el 30 de Abril de 1972.

Aunque escribió algunos libros recogiendo algunas de sus memorables aportaciones, la memoria no le ha hecho suficiente justicia, y cuando lo ha hecho ha sido de modo tardío. Solo hace unos pocos años en el Palacio de las Cortes se ha hecho justicia a su memoria como mujer y como brillante  parlamentaria.

La memoria civil y social ha sido muy reciente cuando a duras penas se han recabado sus aportaciones. Han pasado muchos años de democracia para que los libros de texto recojan su memoria.

Cortes constituyentes. Clara Campoamor.Discurso de 1.10.31

Pedro Liébana Collado

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