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Corazón blando

Fué por los años cincuenta cuando mi añorado amigo de juventud, Tury Azpitarte, me enseñó eso de que no hay verdugo más cruel que el verdugo de corazón blando que, en vez de matarte de un hachazo, te mata de cuatro.

Y me viene esto a la memoria al contemplar la situación de los indefensos habitantes de nuestra impar capital y su antigua provincia, hoy Comunidad de Madrid, a los que su pimpante presidenta está dispuesta a sacrificar para salvar la amada economía de sus votantes a los que está seguramente agradecida por sus cuantiosas aportaciones a la hucha, sea de quien sea.

Entre el sagrado beneficio de los negocios y la salud y la vida de sus súbditos menos favorecidos por la fortuna, Doña Isabel lo tiene claro, sin negocios no hay comisiones ni apartamentos de lujo, ni cajas B. Y como lo primero es lo primero, si tienen que morir unos cientos de miles de currantes, como su muerte es necesaria para salvar la patria y los garbanzos, pues eso.

Pero como gobierna en coalición y hasta los de Vox se conmueven ante tamaño sacrificio, todo se vuelven dudas y mohines, a ver como consigue seguir adelante con sus planes genocidas sin que se note demasiado y va dando puñetazos al aire mientras pinta de color de rosa su evidente designio a base de hacer promesas que incumple aún antes de haberlas pronunciado. ¿Dónde están los médicos, los sanitarios, los profesores, los rastreadores, os ayudantes, etc., que iba a sacarse de la manga? ¿A dónde han ido a parar los dineros de los presupuestos que hoy no dan ni para contratar un limpiabotas?

Y así, de hachazo en hachazo, la verdugo de los madrileños hace su tarea y mira a ver si puede echarle las culpas al Pedro.

Juan García Caselles

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