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Dictadura

Sigue dando que hablar la dictadura, y es objeto de debates que no son debates, sino algarabías porque aportan poco por esa manera de discutir, conlos niveles de educación bajo mínimos.

Al menos parece que se reconoce que hay que combatir la dictadura, porque sus crímenes se alargaron más allá de la postguerra con una represión cruel sobre los disidentes.

Hay dos maneras de acabar con la dictadura. Una la rebeldía en su momento, levantarse contra ella. Pero el miedo y la necesidad de proteger a la vez las ideas y la supervivencia, supusieron una dificultad insalvable. La clandestinidad actuó, y muchos sufrieron por el camino, pero el poder de la fuerza bruta, y que Europa disimulara, hicieron que el dictador muriera en la cama, con un amasijo de cables, y dejando las cosas atadas y bien atadas.

Pero ahora, desde la democracia, tenemos otra manera de combatir nuestra triste dictadura. Se trata de desatar lo atado y paliar las heridas que produjo. Por eso resulta imprescindible suprimir las fundaciones vergonzosas que tratan de ensalzar la obra del dictador. Es al revés, hemos de denunciar la gravedad de sus acciones, y hemos de reponer los derechos y la memoria de los que fueron represaliados por creer en lo que ahora es ley y entonces era perseguido con saña.

Hemos de revertir privilegios injustos obtenidos desde la fuerza, retirar nombres de calles que recuerdan a criminales, eliminar condecoraciones, anular títulos nobiliarios impropios.  Hemos de evitar herencias escandalosas que provienen de expolios y abusos de un poder nunca legitimado. Es preciso distinguir al represor del represaliado, anular los juicios de la sinrazón, las condenas arbitrarias, y vigilar que nadie tenga tentaciones de plantear libelos que no responden al ejercicio de la libertad sino a la quimera terrorista de que vuelvan tiempos  inaceptables.

Que nadie piense de estoy hablando de venganzas ni de revanchas. Estoy hablando de acabar con la dictadura desde  la ley.

Se trata de cerrar cualquier puerta a la reversión, evitando herir más aún a aquellos que creyeron en los votos y no en las armas.No podemos dejar rendijas por donde se cuele otra vez la prepotencia de quienes se sienten amparados y jalean el pasado buscando tergiversar la historia.

Creo que solo así recuperaremos la convivencia. Y tenemos mucho futuro que convivir. Si queremos.

Rafael Rivera

 

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