¿Qué ocurrirá con el sistema político global cuando pase la pandemia? Sobre todo, ¿dónde quedará Europa?

Cuando todavía Bruselas, en nombre de la Unión Europa, aún no ha desencallado los fondos europeos para la recuperación post-covid, pese a las presiones de los principales países como Alemania, Francia, Italia y España, otros están tomando la delantera configurando lo que ya conocíamos como los dos nuevos bloques económicos del siglo XXI: EEUU y China.

EEUU creció un 4,3% en el último trimestre del 2020 pese a la pandemia del coronavirus. Biden sigue además con su ambicioso plan de inyección y estímulo económico por parte del Estado, con unas inversiones nunca vistas, aumentando su previsión de crecimiento al 15% en el segundo trimestre de este año, con una previsión media de un 6,5% para el conjunto del 2021.

EEUU tuvo graves problemas en 2020. Trump fue el primero de ellos, cuya ola populista y ultraconservadora parece haber contagiado a alguna aprendiz “trumpista” como Díaz Ayuso que, encantada de haberse conocido y bajo el paraguas de un “nacionalismo madrileño” despierta el voto del egoísmo más simplista. Sin embargo, a Trump le ganó la propia democracia.

El segundo de los problemas fue, sin duda, el coronavirus y la gestión que se hizo de la pandemia. EEUU sufrió niveles desatados de contagios y fallecimientos, un negacionismo social extremo alentado por su expresidente Trump y sus seguidores, y la controversia entre salud y economía. Toda una actuación absurda y peligrosa que me recuerda, nuevamente, a la gestión realizada en Madrid. También hay que recordar que Trump se hizo un líder porque los medios sacaban en primera página y con grandes titulares todas las astracanadas y barbaridades que este hombre decía. Lo mirábamos sorprendidos pensando que era un bárbaro populista y demagogo, pero su alta popularidad se debió a que los medios lo convirtieron en una estrella del espectáculo. Como dice la publicidad electoral, “que hablen de uno aunque sea mal”. Lo mismo ha ocurrido con una desconocida que, a base de decir todo lo que se le pasa por la cabeza, ha llenado titulares y páginas hasta que Díaz Ayuso ha acabado en la sopa de todos los españoles.

Sin embargo, en EEUU, ganó Biden. Y con él, volvió la sensatez y la valentía política. Cogió el problema de frente e inició una vacunación masiva imparable; en segundo lugar, devolvió a EEUU a liderar posiciones internacionales progresistas desde el cambio climático a políticas impositivas; y, en tercer lugar, puso al Estado al servicio de la recuperación económica. Política keynesiana en primera línea. Y funciona.

En el otro extremo tenemos a China. Después de haber sufrido su mayor caída en 44 años, un descenso de un 6,8% del PIB, debido a la pandemia, ha cerrado el 2020 con un ligero crecimiento de más de un 2%. Al tiempo que ha experimentado un crecimiento record el primer trimestre del 2021 de más de un 18%.

China sigue imparable su desarrollo económico, sus inversiones globales, su poderío en la conquista de nuevos mercados e infraestructuras en países en desarrollo, en los planes en ciencia e investigación, en el elevado estado de ánimo de su población. Tiene una pequeña piedra en el zapato: la falta de democracia. Su modelo es claro: eficiencia, eficiencia, eficiencia. Y si la democracia se convierte en un estorbo.

Los dos bloques han despertado. ¿Y Europa?

La pandemia se extendió de igual forma por todos los países del mundo. Ahora, nos preocupan aquellos países en desarrollo con bajas condiciones sanitarias y con un exceso de población como ocurre en Brasil y la India.

Pero el problema de Europa está en su excesiva lentitud para abordar las soluciones a los problemas. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de los fondos de recuperación? ¿Por qué no llegan?

La Unión Europea ha sido el mejor invento político, social y económico del siglo XX. Con las garantías de ofrecer: democracia, derechos humanos y políticas económicas redistributivas y de bienestar. La Unión Europea fue el modelo sobre el que reflejarse.

¿Y hoy? Lentitud, burocracia, dudas. Su crecimiento se prevé muy por debajo de las dos grandes locomotoras; su inversión en ciencia e investigación queda en niveles bajísimos frente a los dos bloques; y, desde hace décadas, el ánimo de los europeos respecto a la situación económica y social sigue siendo malo, dando síntomas constantes de desmoralización.

Europa no funciona, no es eficaz, no está respondiendo de forma rápida a los problemas, ni tampoco está reconvirtiendo la crisis en oportunidades. No sé dónde quedará Europa después de la pandemia, pero mientras EEUU y China ya se plantean el 2021 con perspectivas diferentes, en Europa las ayudas y subsidios parece que no llegaran hasta cerca del 2022.

Si Europa no despierta, habrá definido ya su posición política, económica y social en el conjunto global. Y todo indica que el siglo XXI supondrá el declive de la Unión Europea.

Ana Noguera