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“El Hijo del Chofer» de Jordi Amat

Alfons Quintá padre e hijo, Vicens Vives, el gran autor catalán con sus hijos y Josep Pla con su boina de «camperol» del Ampurdán.

Libro: “El Hijo del Chofer»

Autor: Jordi Amat

Editorial: TusQuets

Año 2020

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El texto es un relato convertido en crónica política. No es cualquier relato, es una visión descarnada y sórdida de la situación política catalana a través de la biografía de un periodista. Alfons Quintá lo fue todo, testigo y protagonista, confesor y beneficiario. En el devenir del tiempo se hundió en los infiernos, puesto que acabó aborrecido por los medios y por su mundo de relaciones al que había contribuido a crear.

El autor sigue a Alfons Quintá, el personaje, desde su infancia hasta su muerte en 2016.  Su suicidio tuvo lugar en su domicilio de Barcelona, y se efectuó con una escopeta no sin antes matar a su última pareja. Las desavenencias entre ambos y el estado mental del autor acabaron por cerrar su biografía mediante una horrible tragedia.

En ese periplo de acontecimientos el autor nos da a conocer una serie de personajes y sucesos que se inician cronológicamente desde los años 50 y 60, antes de la democracia, hasta nuestros días.

Es un documento periodístico de primera magnitud, en que se relatan chantajes, coacciones, modos de corrupción, y diversas presiones políticas. En este escenario se entrecruzan intereses económicos, tanto de la banca, el periodismo, la cultura, y los medios de comunicación, con el trasfondo de la política catalana desde antes de la democracia de 1977.

Todos ellos constituyen los antecedentes que han impregnado la escena política catalana de las últimas décadas y que han alimentado el reciente movimiento secesionista sufrido en el seno de esa Comunidad.

La secuencia cinematográfica se inicia cuando Alfons Quintá, de niño, acompaña a su padre. Las intrigas de la oposición a Franco le llevan a convertirse en chofer de Josep Pla, el insigne periodista y escritor catalán. Asistir durante años a sus encuentros con diversos personajes, le otorgaron la condición de confidente.

El escritor aprendió el oficio de periodista en el Madrid republicano, cuando a través de sus crónicas  se convierte en el testigo excepcional de la prensa de Cataluña en las Cortes del 1931 y años posteriores.

Exiliado en Francia, en los años siguientes, colaboró como espía al servicio de Franco. Finalizado ese periodo y ya en los años 40 decide volver de nuevo a LLofriu, acomodándose en la masía familiar del Ampurdan.

En su masía y en la costa de Girona, se tejen en los años siguientes una tupida red de relaciones, a cargo de personajes del mundo de la economía, la prensa y la política que acaban por ser el núcleo de arranque de la contestación a la Dictadura. Posteriormente la vía hacia la democracia culmina desde la vertiente del nacionalismo con la restauración de la Generalitat catalana.

Es también el punto de arranque del hilo conductor sobre el que se va a tejer el movimiento independentista catalán.

Ese papel de chofer abre al padre de Quintá la vía a relacionarse con el mundo cultural, periodístico, empresarial y político de Cataluña entre los que se encuentra la emergente burguesía catalana y sus prohombres en el escenario político y cultural.

No solo se teje la trama para reivindicar y restituir la cultura y la lengua propia, sino para promover iniciativas tendentes a pilotar un proyecto de país a la medida de sus modos y objetivos.

Desfilan por el relato personajes claves de cada una de la épocas, como Trias Fargas, Joan Sardá, del mundo de plan económico promotor el Plan de Desarrollo de 1959, sino también figuras de la cultura como Vicens Vives, los empresarios del textil catalanes, Ortínez, Valls Taberner, y de otros sectores fabriles. Uno de ellos quizá el más emblemático fue Jordi Pujol padre, Florenci, junto con algunas figuras del franquismo que luego evolucionaran hacia la UCD, como Carlos Sentís, pieza clave para que Suarez pacte con Josep Tarradellas la vuelta España desde su exilio francés. Restituir la Generalitat de Cataluña y adelantarse a la constitución de la España de las autonomías fue su primer objetivo. Había que hacerlo pronto y antes de que dibujara la nueva Constitución española.

Dentro de ese panorama emerge la figura que ha marcado el mundo catalán, desde el final del franquismo, hasta la llegada de la democracia como es Jordi Pujol i Soley, futuro Presidente de la Generalitat.

Pujol ha definido más que CiU, la política catalana y española, mucho más allá de su propia presencia como Presidente. CIU no fue nada más que su instrumento.

En ese escenario, la vida de Alfons Quintá que se inicia con un chantaje a Josep Pla cuando era adolescente, con el tiempo va incrementándose arrastrando mediante sucesivas coacciones, a su entorno en una serie de iniciativas hasta convertirse desde el periódico “El País” en el látigo que fustiga las andanzas de Jordi Pujol, sobretodo en el caso Banca Catalana.

Alfons Quintá cimentó sus influencias primero como periodista al calor de Carlos Sentís en Radio Barcelona, donde promovió un programa en catalán en las postrimerías del franquismo. Luego alcanza a ser el delegado del periódico “El Pais” en Barcelona. Ambas iniciativas se convirtieron en su atalaya. Utiliza esas plataformas, para conseguir información e instrumentarla para sus propios fines.

Sus amistades del círculo de Pla le aportan los datos para hacerlo. Lo mismo participa en hacer públicas tensiones internas para atizarlas en el PSUC, que en los medios económicos y políticos de Barcelona. Conocedor del entorno de los Pujol, decide ahondar en la crisis bancaria que parece en esos momentos como el lado más vulnerable del ascenso emergente de Jordi Pujol en el panorama primero empresarial y luego político de la transición. Su poder asciende a la medida de sus ambiciones.

Resueltas las elecciones autonómicas catalanas del 1980 con la victoria electoral de CiU, Tarradellas no logra sostenerse por falta del apoyo político necesario, dando paso a Jordi Pujol.

Una de las primeras medidas del nuevo Presidente fue crear medios de comunicación propios para lo cual ofrece a Quintá la dirección de la nueva y emergente televisión catalana. Esa animadversión del periodista se torna en pleitesía.

A partir de ese momento la trayectoria vital y periodística de Alfóns Quintá sufre un giro copernicano. De detractor a fiel admirador del Presidente. Inspirador de un programa en catalán, en Radio Barcelona, a seguidor de la Corte que se establece en la Generalitat Catalana. Todos los medios a partir de ese momento se le ponen a su disposición.

Sus desequilibrios psicológicos y emocionales empiezan a manifestarse de una manera más acusada, al proyectarse su influencia a un amplio espectro de audiencias.

LLuis Prenafeta, el fiel escudero de Pujol, le marca de cerca hasta que el gasto y la situación económica del nuevo proyecto se torna insostenible y lo cesa.

A partir de ese momento y de otros intentos fuera de TVE3, es repescado como director del Observador, un periódico creado por Pujol para poner la proa al “El País” en Cataluña, pero sus proyectos fracasan. De nuevo la megalomanía y las actitudes extravagantes acaban con él. La indemnización en ambos casos es millonaria, pero su vida dada al despilfarro lo convierte de nuevo en un ser dependiente.

El caso Banca Catalana llevó a la quiebra al banco y constituyó uno de los escándalos financieros de los años 80. El affaire acaba en una causa judicial que capotó a pesar de los esfuerzos de los fiscales Jiménez Villarejo y Mena por ahondar en los delitos investigados. Con gran escándalo en los medios judiciales, periodísticos y políticos españoles se pone fin a la causa y esta queda archivada.

En ese devenir, el texto cita como uno de los artífices del fracaso judicial se apunta a la larga mano de Prado y Colon de Carvajal, administrador de los recursos del Rey Juan Carlos I.

Tampoco son ajenos a las investigaciones de Quintá el caso Grand Tibidabo, el financiero De la Rosa, y otros personajes claves de la vida económica y política catalana. Otra quiebra no explicada. Todo este conjunto de affairs económico-financieros con importantes ingredientes delictivos, se desgranan y aparecen recogidos en el texto, no tanto en sus contenidos como en sus objetivos.

La trayectoria de Alfons Quintá a partir de su salida de  TVE 3 y de la experiencia de “El Observador” es un compendio de fracaso personales, íntimos y profesionales que acaban por alterar su ya de por sí su atribulada vida, características no ajenas a su perfil patológico de su conducta.

Recala en otro tiempo en “La Vanguardia”, donde el Conde de Godó le da amparo y en otros medios como Avuí, pero su destino ya está marcado por la deriva de su propia conducta. Se suceden los episodios con parejas sucesivas y con una vida privada insostenible.

En el tramo final, su última pareja, Victoria decide poner punto final a relación marchándose a casa de su hermana. Es una persona solvente que ha llegado a alcanzar un buen nivel profesional en su trabajo y comprende que no hay futuro entre ellos.

Aun decide volver a petición del periodista que se encuentra en un nivel anímico muy desesperado. Resiste tres meses. Un día cuando duerme, Quintá decide poner punto final a todo. Con una escopeta dispara sobre su cuerpo y posteriormente se suicida de un disparo. Es 2016. Es el punto final de su escapada.

 Pedro Liébana Collado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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