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Europa gris

La sabiduría de Primo Levi le permitía diseñar teoría sobre su paso por los campos de exterminio nazis que después puede también ser aplicada al día a día. Muchas décadas después, el comunista italiano y sus reflexiones sirven para entender la actualidad. Por ejemplo, con un concepto como «la zona gris». Le sirvió para definir ese espacio en el que se situaba la mayoría de la población en un momento de crisis, entre las víctimas y los verdugos, entre aquellos que padecían por las decisiones humanas y los que las perpetraban sin miedo a las consecuencias. En la «zona gris» estaban en Auschwitz y también ahora todas aquellas personas que, mediante sus acciones u omisiones (pues el silencio también comunica), se enmarcaban en el espacio ambiguo que existe entre los verdugos indudables y las víctimas que son del todo inocentes. En el mayor reto del siglo XXI junto al cambio climático, las migraciones, existen, por supuesto, culpables directos, culpables silenciosos y víctimas indudables. El último episodio del Open Arms sirve de nuevo para sacar los colores a la Unión Europea y a sus dirigentes, responsables directos de las más de tres mil muertes que todos los años acontecen en el Mediterráneo. Evidentemente, la situación es compleja y mucho tienen que ver la inestabilidad de los países de origen (a estudiar la responsabilidad de Occidente en dicho caos, por ejemplo en Libia, Siria, Afganistán o Irak) y la falta de escrúpulos de mafias al servicio del capital.

Sin embargo, a Europa no deberían importarle las causas cuando las vidas están en juego. Nadie dudaría de la pertinencia de salir al rescate de un barco pesquero que se hunde en alta mar y de llevar a su tripulación a puerto seguro ¿Cuál es el debate sobre las deshilachadas lanchas que cruzan con decenas de personas que huyen de una vida de sufrimiento y muerte? La historia no absolverá, todo lo contrario, a los políticos que se niegan a aplicar medidas que favorecen la acogida y a aquella ciudadanía que berrea contra los migrantes o calla ante la inhumanidad de dejarlos morir. Si callas estás en la «zona gris». Si tienes responsabilidades directamente has pasado a una de las versiones más negras de la historia.

Si la comunidad internacional deja de asistir y ofrecer protección a los refugiados, ¿que ejemplo estaremos transmitiendo a las nuevas generaciones? La extrema derecha ha ensuciado el debate público y hoy existen demasiados políticos sin el pudor suficiente que les evite lanzar soflamas racistas a través de las redes. Callaron cuando se rescataba bancos y autopistas (es decir, empresas del Ibex35) pero ahora ladran cuando de salvar a personas se trata. «Metedlos en vuestras casas», dicen. Si un país no es la nueva y acogedora casa de aquel que huye de la guerra o de aquella que escapa de la violencia y la esclavitud sexual, ese país está muerto por dentro y pronto (no lo duden, pronto) empezará a oler a podredumbre. El trasfondo de todo es la aporofobia, como siempre, y el miedo a que se modifique la jerarquía impuesta, fuente de los ingresos de mercados sin nombre pero con cuentas en Suiza. Por cierto, a bordo del Open Arms van treinta y un menores. Con nombres y apellidos. Que la avaricia no les impida ver el bosque.

Carles Senso
Artículo publicadp en Levante

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