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¿Good bye Lenin?

Aterricé en Barcelona el martes 10 de octubre, el día en el que, parafraseando a Pau Luque, se hizo más política que historia. Del aeropuerto me fui a Cornellà a comer con mis padres. Llevaba un par de semanas sin pasar por allí y en la parte alta de la ciudad (en Cornellà, al revés que en Barcelona, la parte alta no es sinónimo de zona alta sino de barrio obrero) las banderas españolas en los balcones se habían multiplicado.

Llevaba 12 días lejos, grabando en zonas de conflicto de Irak y Siria, conflictos donde ya nadie reclama mediadores. Pero en 12 días en mi casa las cosas habían cambiado, y yo andaba sorprendido con lo que veía por la calle, como quien despierta de un coma tras años dormido, porque el ‘procés’ convierte algunos días en años. Me sentía como la protagonista de ‘Good Bye Lenin’, pero sin un hijo que me alterase la realidad para que fuese de mi agrado.

Las dos Catalunyas

Mi barrio no ha sido nunca de lucir banderas. Solo las recuerdo durante el Mundial de Sudáfrica, el del gol de Iniesta. Pero aquello era por una celebración. Esto huele más a desafío o a desagravio. Esa Catalunya que ha permanecido a lo suyo durante los últimos años, también existe. Igual que existe la otra Catalunya, la movilizada, la que salió a votar el 1-O, ilusionada, vilmente apaleada por la policía. Y tengo la sensación que ambas Catalunyas cada vez van más a su bola. Microcosmos con pocas cosas en común. Me preocupa qué puede vertebrar de nuevo a esas Catalunyas.

Cuando sales del coma recuerdas algún momento del pasado. En una entrevista en TV-3 de finales de 2011, Artur Mas –cuando aún no era independentista– ya advertía de los riesgos de ruptura ante un proceso que él todavía no defendía: «Nos jugamos la cohesión del país (…) Tenemos que saber qué estructura tiene la sociedad catalana, tenemos que conocer este país, y tenemos que aceptarlo tal y como es». Pues eso.

Le pregunto a mis padres que qué ha pasado mientras estaba fuera. Primera respuesta: «Que los bancos catalanes se han ido de Catalunya«. Joder con el patriotismo del dinero. El coma me lleva otra vez al pasado, a otras declaraciones de Mas. Más apasionadas. Septiembre 2015: «No se marchará ningún banco de Catalunya«, mientras le aplaudía el que sería el próximo ‘conseller’ de Economía, Oriol Junqueras, el mismo que ahora dice que no hay que preocuparse, que se van als Països Catalans. Nunca me ha parecido muy democrático que interfieran en la vida política agentes que no han sido elegidos entre todos, ya sean presidentes de bancos o líderes de entidades soberanistas que han convertido el Palau de la Generalitat en su segunda casa (aunque los primeros no acaban en la Audiencia Nacional y los segundos sí).

«Cuanto peor mejor…»

Intento escuchar con atención los discursos de Puigdemont Rajoy. Debe ser el coma, pero me sorprende que algunos no ‘indepes’ deseen más la DUI que algunos ‘indepes’, y que algunos ‘indepes’ deseen más al 155 que algunos no ‘indepes’. Parece que los sectores más apasionados quieren hacer suya aquella famosa y torpe máxima: «Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político». Pues eso.

Me hubiese gustado que Rajoy hubiese pedido perdón por las cargas del 1-O, y que Puigdemont no se hubiese agarrado a los resultados de ese referéndum, básicamente porque no le han dado validez ni sus observadores internacionales. Ya sé que esto es mucho pedir. Así que me conformo con lo que pasó: que Puigdemont no proclamó la DUI (todavía) y que Rajoy no aplicó el 155 (todavía). Cada vez me conformo con menos. Será la edad. Pero ojalá esta aparente distensión no sea fugaz, porque si no nos podemos acabar haciendo mucho daño. (Qué rápido pueden caducar estas palabras, según lo que pase este mismo lunes por la mañana. Qué rápido caduca todo con el ‘procés’. Todo excepto Artur Mas).

Manipulación de la escuela catalana

Aún bajo los efectos del coma, compruebo que se vuelve a hablar de otro tema recurrente: lo mala que es la escuela catalana, fábrica de niños independentistas. Vuelvo a tener otro ‘flash’ del pasado. Una entrevista en 2014 a uno de los pocos alcaldes del PP en Catalunya. Me aseguraba que a los niños en los coles catalanes no se les dejaba “jugar en castellano”. Justo estábamos al lado de un cole, con lo niños en el patio. Y nos pusimos a escuchar. Todos los niños estaba “jugando” en castellano. No crean que el tipo pidió perdón o algo. Siguió a lo suyo. Por cierto, ¿cómo se puede estar denunciando la supuesta manipulación de la escuela catalana, mientras no han sido capaces de denunciar los flagrantes ataques fascistas que hemos visto los últimos días? ¿Por qué todos están utilizando dos varas de medir?

Recuerdo cuando los líderes del mismo partido mantenían que en ausencia de violencia se podría hablar de todo. ¿Qué violencia hay hoy en Catalunya –si exceptuamos la de las diferentes policías- para que ni siquiera se pueda poner sobre una mesa de diálogo la posibilidad de hablar de un referéndum acordado?

Deseo de diálogo

Pongo la tele a ver si me distraigo. Y no hablan de otra cosa. En muchos casos, veo más propaganda que información, y no solo en TV-3, que también. Veo reportajes en algunas televisiones estatales que no solo le están haciendo un flaco favor al periodismo, si no que se lo están haciendo a la convivencia.

Si sigo dándole vueltas al tema, creo que en cualquier momento puedo volver al coma. ¿Qué pasará en las horas siguientes? Pues ojalá Puigdemont conteste que no se proclamó la DUI. Porque eso es lo que creo que pasó, porque que yo sepa ni se votó lo que el ‘president’ anuló. Y ojalá que Rajoy no se coja a un clavo ardiendo para aplicar el 155. Y que se abra un diálogo de verdad, no de boquilla. Un diálogo que evite los vencedores y los vencidos (o los humillados que es peor). Eso sí: sin vencedores ni vencidos, habrá frustrados, algo que a estas alturas me parece inevitable. Y los más entregados a la causa (cualquiera de las dos) son los que tienen más números de cruzar la línea que va de la pasión a la frustración.

Jordi Évole
Artículo Publicado en ElPerodico.com

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