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Herejes

 

Un entorno cubano

Título Herejes
Autor. Leonardo Padura
Editorial. Círculo de lectores/Tusquets Editores
Año 2013

 

 

“Herejes” Según la definición de su autor, los herejes son no solo aquellos que abandonan una religión, sino también aquellos otros que luchan contra un dogma, sea este religioso, o de otro tipo, entendido este en todas sus formas, lo cual motiva como argumento la búsqueda de la libertad individual por encima de cualquier cosa.”

Leonardo Padura, el autor, arma un relato en que combina la esencia de una religión, un estudio histórico y una novela negra.

La narración está construida sobre las peripecias de Mario Conde, un escéptico detective, escritor frustrado y antiguo policía cubano, al que le encargan la misión de interesarse por la desaparición de un cuadro en 1939 en el puerto de la Habana. Una familia judía viaja en un barco que partiendo de Hamburgo, llega a Cuba. Su intento de desembarco fracasa. La familia Kaminsky que viaja a bordo no logra el asilo que busca a pesar de que tienen la intención de ofrecer en prenda un valioso cuadro de Rembrandt del siglo XVII.

El desenlace es trágico si fracasan, porque ello supone su retorno a Alemania, donde su futuro es la muerte en un campo de concentración y, por tanto, el exterminio. Otros miembros de esta familia, entre tanto, esperan, aterrados, el desenlace en el muelle

Sobre ese planteamiento preliminar el autor indaga la desaparición y procedencia del cuadro, el encargo hecho al pintor, judío holandés, la evolución de la pertenencia del mismo, y la evolución de su destino. Al final del proceso, el lienzo aparece en una famosa galería en Londres para ser subastado muchos años después.

Este periplo se ve interrumpido porque Elías Kaminski, nieto de dicha familia abandonada a su suerte, viaja a Cuba para investigar la desaparición del cuadro, con el fin de acreditar que su posesión pertenece a sus antepasados, por lo que antes de que sea subastado, desea ejercer el derecho a reclamarlo.

Muchas familias judías reclamaron después de 1945 algunas propiedades entre ellas obras de arte expoliadas y arrebatadas a sus familiares en los años de dominio de la Alemania nazi.

Todo el estudio  histórico es apasionante y el autor aporta innumerables datos que le permiten bucear en el Amsterdam del siglo XVII, ciudad de importante valor comercial en esos años.

Dentro de ese mundo comercial de Países Bajos, donde la cultura judía tuvo una importante impronta, su presencia se acrecienta en virtud de dos aportes diferentes. Uno a partir del flujo de los judíos sefardíes que huyendo de España, pasaron por Portugal, y buscaron su exilio en ese país, y otro, por el aporte de los judíos asquenazíes de los países del Este de Europa.
Es desde esa Polonia Oriental donde arranca el inicio de la novela, motivo por el que llega a las manos de la familia Kaminsky, en Cracovia, el cuadro de Rembrandt y sigue su periplo hasta el final. El relato el autor aprovecha para  llevarnos de la mano y para darnos un paseo por la historia.

No solo es una reconstrucción de un fragmento de la historia de Europa lo que se recoge, sino que el hilo conductor nos sumerge en muchos detalles de la Cuba actual, de sus gentes, sino también, de sus orígenes políticos, antes y después de la Revolución de 1959.

Este otro aspecto, en parte histórico, pero también social y político en el interior de Cuba, revive en las novelas de Padura, alcanzando ribetes sociológicos.

Se relatan así las frustraciones producidas en el seno de la Revolución, sus éxitos y sus fracasos, y cómo se dilucidan los acontecimientos desde sus expectativas iniciales, hasta llegar a los resultados finales del proceso.

Mario Conde, el protagonista, ha sido utilizado por el autor de esta y de otras novelas, como pretexto para reconstruir ese devenir sin esperanzas.

Esta es la décima entrega, quizá la más prolija y trabajada, en que el protagonista reconstruye las coordenadas vivenciales de los cubanos de hoy.

No faltan también referencias a la emigración cubana, a Florida, los gusanos (cubanos afincados en Florida) y los marielitos, muchos de ellos fugados por el golfo de Florida camino del éxodo. Son esos años difíciles de la década de los 90, donde la caída del muro de Berlín supuso para el Estado cubano una pérdida de ingresos considerable al decaer las ayudas soviéticas.

Leonardo Padura, periodista y escritor cubano ha utilizado como pocos la novela negra para ahondar en el proceso evolutivo de Cuba antes y después de la revolución. No solo ha escrito artículos, novelas y relatos diversos, primero desde la Asociación de Escritores cubanos, y después cuando abandonó esa responsabilidad, para gozar de un status libre de compromisos, sino que se ha entregado a otras actividades realizando guiones de sus obras para cine y televisión, algunas de los cuales han visto la luz como la serie en cuatro capítulos titulada  “Cuatro estaciones en La Habana”.

En ésta serie, un soberbio Jorge Perugorría ha sabido encarnar perfectamente, a Mario Conde, el detective cínico, ateo y escéptico sobre el trasfondo de una Habana vieja, de la que el autor y el protagonista viven enamorados.

Mario Conde es otro hereje. Expulsado del cuerpo después de diez años por inconformista con el poder, harto de ejercer la profesión en condiciones precarias y con serias cortapisas, abandona la profesión, pero continua teniendo la nostalgia de su antiguo trabajo, donde era algo en la vida. Ahora solo investiga, ocasionalmente, casos extraños que le llegan. Entre tanto, se dedica a beber con los amigos, a disfrutar de su adorada y controvertida amante y a la lectura y compraventa de libros.

El protagonista solo sueña con escribir alguna vez como aquellos famosos escritores que el bien conoce. En este retrato pueden adivinarse muchos rasgos del propio autor que traslada parte de sí mismo al personaje

Esta es una novela sobre el dolor, sobre la amistad y la esperanza en medio de las limitaciones, del desarraigo y la frustración, y sobre todo, la búsqueda de la libertad.
Lo más terrible de todo, es que el barco “S.S San Louis” existió, que la historia fue cierta, que sus viajeros no recibieron asilo en la Habana, y que de los 900 pasajeros, solo 240 sobrevivieron al Holocausto, No encontraron cobijo en ningún puerto y fueron devueltos a su origen.

Pedro Liébana Collado

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