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Iñaki Gabilondo: rigor y calidad de reflexión

Seguramente el periodista más prestigioso y con la voz más autorizada deja de emitir su reflexión diaria. Y muchos lo vamos a sentir, yo la primera, porque sus reflexiones se componían de dosis de prudencia (aristotélica), de emoción, de razón (kantiana)y visión a medio plazo, que suponían una balsa de salvación frente a un continuo ruido mediático y político. Raro era el día que escuchando su comentario no aprendiese algo nuevo, viese un ángulo nuevo de la realidad, o encontrase en sus palabras aquello que yo sentía y no acertaba a ordenar y expresar. Oírle es abrir el “gran angular” de nuestra visión.

Comprendo perfectamente que anuncie su retirada por cansancio, por un cansancio generado por la polarización y la radicalidad, en un espacio y un tiempo en el que cada vez es más difícil mantener la pluralidad de opiniones y los criterios diferentes, sin el insulto, la frase chabacana, el titular cruento. A ello hay que añadir que el griterío se propaga fácilmente en las redes sociales, con “opinadores” que saben de todo, que arreglan el mundo sin complejos porque no encuentran complejidad, porque la violencia verbal sustituye al diálogo, el vocerío al debate, la machada a la razón. Mientras que él, como buen filósofo, reflexiona desde la duda, una de sus herramientas más potentes. Una duda que en sus labios es sinónimo de  sabiduría. En una ocasión, para reprochar la actitud de un presidente de gobierno español dijo que era “el hombre que nunca tiene ninguna duda”.

Grandes periodistas, al llegar a la cumbre de su prestigio, convierten sus entrevistas en espejo de egocentrismo buscando ser incisivos para ganar visibilidad por encima del propio entrevistado. Iñaki siempre busca al personaje y su noticia, preguntando con contundencia al tiempo que con naturalidad, sin “acorralar ni machacar”.

Su estilo periodístico está lleno de metáforas, con crónicas bellas, alzando su mirada hacia el bosque por encima de los árboles, cargado de ideología sin que se imponga al debido respeto.

No sé cuáles son sus odios y sus fobias (ni siquiera sé si tiene alguna), pero seguro que no soporta el fanatismo y la falta de honestidad. Cree en la política profundamente, y por eso, sufre con el descrédito y falta de confianza de muchos políticos.

Efectivamente estamos construyendo un espacio político poco propicio al encuentro. Se pierden los enormes matices de los grises: todo es blanco o negro, estás conmigo o contra mí. Justo todo lo que debilita la democracia. Como el propio Iñaki ha recordado: “Hagan lo que hagan o digan lo que digan, da igual, porque en cierto sentido están predeterminados. Como decía Einstein, es más fácil disolver un átomo que disolver un prejuicio”.

Hace tiempo que Iñaki nos ofrece programas reflexivos para pensar en cómo será el mundo dentro de veinte años, cuál es el futuro que nos espera en manos de la ciencia la tecnología, o los grandes dilemas que plantea nuestra perversa relación con la Naturaleza. Reflexión, conocimiento, datos, rigor frente a bravuconadas y gritos. Ama la juventud, tanto cronológica como mental.

Ese cansancio por la polarización radical nos afecta a muchos, al igual que cada vez preocupa más el odio que está germinando provocado por personajes como Trump o Abascal, por las fake news, o por las teorías conspiratorias tan ridículas que resultan increíbles si no fuera porque tienen un montón de seguidores que luego emiten opinión y voto.

Iñaki se ha ganado con creces su derecho al descanso cotidiano en busca de una opinión que abarque un tiempo mayor.

Sin embargo, siempre me queda el dolor de que no se responsabilice con claridad a los personajes que fomentan esta situación irrespirable. Lo he visto en demasiadas ocasiones: el juego caníbal de unos líderes mediocres capaces de destruirlo todo porque a ellos les va mejor.

Lo estamos padeciendo con las continuas astracanadas, por ejemplo, de Isabel Díaz Ayuso. En la desastrosa situación de la pandemia, después de masacrar al gobierno central con que no llegaban las vacunas necesarias, ahora es la Comunidad de Madrid la que está a la cola en vacunar a la ciudadanía. O vemos a Pablo Casado con una pala en la mano quitando nieve para hacerse la foto, como si esto se tratara de un juego publicitario. O el increíble Teodoro que aprovecha el asalto al Capitolio para difamar a un partido del gobierno.

No todos actúan de la misma manera. Frente a Díaz Ayuso, el resto de presidentes de comunidades autónomas están tomando medidas, realizando confinamientos, paliando el virus como pueden, vacunando a un ritmo más que aceptable, y todo ello de forma discreta, sin ruedas de prensa, sin palabras altisonantes. Deberíamos medir cuántas veces ofrece un estúpido titular Díaz Ayuso frente a las veces que casi todo el resto de los presidentes copan segundos de televisión. Pero ella, con su arrogancia e ignorancia, vende noticias y titulares. Como si de un ring se tratara, el grito es “pelea, pelea”. Si uno entra en el barro, mal porque sale salpicado. Si no entra en la pelea, peor porque parece un enclenque.

¿Qué hacer? Esta confrontación la provocan algunos; obligan a entrar a mucha gente, y no solo políticos. Y una mayoría va desertando del ambiente embrutecido.

Cada vez que, para no señalar con el dedo a los responsables directos del odio y el extremismo social, se generaliza diciendo que “todos los políticos son iguales”, no solo emitimos una injusticia, sino que debilitamos a las instituciones políticas y su necesaria confianza ciudadana. Así es como tipos como Trump consiguieron el poder y así es como han hecho de EEUU un polvorín social.

Ana Noguera

  1. Gloria Says:

    Comparto plenamente la opinión de Ana Noguera, igual que cada mañana compartía y aprendía del comentario de Iñaki Gabilondo. Ahora más que nunca necesitamos la templanza para recuperar la verdadera democracia. Necesitamos la reflexión serena para que todo lo que nos separa a unos y otros no degenere en algo peor que el odio. Mal vamos si se nos cansan los mejores y no se cansan los mediocres. Ana, tú no nos dejes, por favor.

  2. amparo bellver cebria Says:

    Excelente el artículo de Ana Noguera.
    No puedo estar mas de acuerdo
    Lo ha dicho todo
    Lo suscribo desde el sentimiento y desde la razon.
    Iñaky ha dado lo mejor de si mismo en aras al bien comun.
    Ha sido un buen maestro desde la elegancia y el saber hacer con valentia pero sin estridencias.
    Gracias por tanto y tan bueno.

  3. Marita Macías Says:

    Muy bien el comentario íntegro que se hace al respecto de la despedida de Iñaqui Gabilondo por parte de Ana Noguera
    .
    Siempre me ha parecido que su voz, estaba repleta de razón pero sobre todo de unos matices, que algun@s politic@s, (y no miro solo a la derecha sea o no extrema, sino al conjunto de los políticos del país, donde qué difícil es encontrar a alguien que aporte serenidad, diálogo sincero, no haga “ fakes”, explique propuestas con el acento puesto en las mismas y no en el rédito político), nunca podrán captar, entender o emular, porque esta generación de políticos, no tienen la más mínima intención de ser ejemplo, de ser estéticamente aceptables, de ser pedagógicos, de tener comportamientos éticos necesariamente, ya que para eso son “ nuestros representantes”, pero su medida para llevar con altura esa función, es mínima y dan pena.

    Por tanto, Gabilondo es más que un periodista, es un ejemplo de cómo hacer el periodismo, como explicar la política, y cómo ser un ciudadano con ciencia política, mucha ciencia política.
    La Universidad española, que da y ofrece a tantos personajillos( recuerdo a Mario Conde,ja,ja,ja), el título de Doctor Honorio Causa, a Gabilondo, deberían concederle la posibilidad de que la facultad de Periodismo de Madrid, Valencia…., llevasen su nombre. Y por qué no, nombrarle Doctor Honorio Causa.

    Vicente Bellver
    (Licenciado y Doctor en Psicología. Jubilado)

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