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Introducción

Debemos estar convencidos que tras este periodo de oscuridad del maldito coronavirus, volverá la luz, color y calor primaveral.

En esta introducción no pretendemos hacernos eco de los nefastos augurios de algunos ni de los análisis más serios y profundas reflexiones de otros. Sólo queremos constatar los signos de solidaridad y esperanza que se observan cada día y la perversa situación no nos permite apreciar.

Las relaciones de vecindad se han transformado; multitud de talleres (sobretodo de mujeres), confeccionando material sanitario; el compartir el alimento con quienes apenas lo tenían ni tienen en estos momentos; auxiliares de ayuda a domicilio; personal del ramo de la alimentación, de la limpieza,  y un larguísimo etc. Pero sobretodo, el comportamiento de los profesionales y voluntarios en el área de la Sanidad.  No hay palabras suficientes para calificarlos. Y fundamental, el cofinamiento de la población.  Finalmente, tenemos motivos para orgullecernos de la gente que habita este país, siempre habrán descerebrados, pero pocos y en este momento quienes lo son, resultan muy evidentes.

Este momento también puede o debería serlo, para replantearnos muchas cosas, tales como si queremos continuar con este sistema, cuando se está demostrando palpablemente la respuesta de la Naturaleza tras décadas de atentar contra ella. También constatar cómo el ser humano no se vale por sí mismo, sólo, solo en grupo y equipo, se pueden superar situaciones como esta pandemia.

Llegará el momento de todas las críticas necesarias a sus principales gestores (y no olvidemos al Sinmérito rey Juan Carlos), pero hoy todas y todos debemos caminar en el mismo sentido, que es salvar desde luego, primero la salud y luego la economía, porque para que la segunda se recupere, es necesario recuperar la salud.

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