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La España vacía

El pasado domingo 31 de marzo, se celebró en Madrid, y así lo reflejan repetidamente con
grandes titulares los medios, una manifestación por la que los habitantes de tantos y
tantos pueblos casi despoblados se quejan del mal trato que reciben. Saltaron los
políticos (¡como no!) al ruedo e hicieron manifestaciones varias sobre la injusticia de
la existencia en España de unos ciudadanos que tributan como cualquiera pero que
no reciben de la sociedad los servicios necesarios para una adecuada supervivencia.
Eso sí, ni uno se atrevió a explicar las causas de esta despoblación.
Sin embargo, las causas han sido simples. Desde fines del siglo XIX y a lo largo
de todo el XX, los bancos españoles se dedicaron con ahínco a recoger los ahorros de
la población campesina (agricultores, ganaderos, pequeños empresarios, etc.) y
trasladarlos a las zonas más ricas (industrializadas) e invertirlos en negocios varios. Al
mismo tiempo, la demanda creciente de esos negocios de mano de obra barata atrajo
a los jornaleros primero y a los pequeños agricultores después a emigrar a las
ciudades en general y a las zonas geográficas mas ricas e industrializadas.
A partir de los años sesenta, tras la estabilización y los planes de desarrollo que
significan el triunfo definitivo del capitalismo en España, el fenómeno de la emigración
se acelera y ya no solo hay desplazamientos dentro del territorio español, apareciendo
la emigración a Europa.
Una vez empieza la despoblación, la caída de los servicios es imparable, porque
todo el entramado económico está sometido al logro del beneficio y empiezan a
desparecer los transportes porque no hay viajeros suficientes para sostenerlo, y cierran
las farmacias por lo mismo y las escuelas por falta de alumnado y, poco a poco, todos
los pequeños negocios terminan cerrando, con lo que, ante la falta de los servicios
básicos y de expectativas razonables para sobrevivir, la juventud, como es lógico,
huye a mansalva, y finalmente no quedan niños y solo permanecen los viejos.
Lisa y llanamente, la despoblación es el efecto de la famosa modernización de
España, o sea, el triunfo del capitalismo, pero eso es innombrable y a lo más que se
atreve el ínclito señor Rivera es a promover un pacto de estado, ¿para qué, para
nacionalizar la banca y las petroleras y las eléctricas y las constructoras?
Lo más triste de todo es que, salvo excepciones, la inmensa mayoría del
campesinado se ha dedicado a votar año tras año y siglo tras siglo a los mismos que
los estaban condenando a la desaparición. A eso se refería Azaña cuando hablaba de
los “burgos podridos”. Pero solo ven culpables en los políticos.

Juan García Caselles

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