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Las barracas valencianas, en peligro de extinción

Las barracas, unas construcciones históricamente de uso agrícola que proliferaron en la huerta metropolitana de Valencia y el Baix Segura, son un símbolo de la tradición agraria del País Valenciano. Un patrimonio con un valor incalculable que está en peligro de extinción, según denunciaron este jueves varios expertos y colectivos en defensa del territorio. Si en 1929 se contabilizaban 2.500 barracas, un estudio reciente de la Cátedra de la Huerta de la Universidad de Valencia ha localizado 69. «No son todas originales, ni históricas. Y, además, una parte significativa están en un proceso de degradación relevante », afirmó Enric Guinot, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia en un acto impulsado por la misma Cátedra de la Huerta y Por la Huerta.

En la desigual lucha que han librado desde hace décadas el asfalto y la huerta , hay cicatrices que aún supuran. En el extremo noroeste de Valencia, en la periferia del barrio de Campanar, el cemento no ha enterrado los recuerdos de las alquerías y las barracas que había en unos campos ahogados por la especulación del ladrillo . En 1998, cuando la derecha valenciana ponía en marcha el frenesí urbanizador en la capital del País Valenciano, Demolieron a la partida del Pouet alquerías y barracas históricas, como la choza del Tio Leña. A la Huerta de Vera, al otro extremo de la ciudad, tuvieron la misma suerte las barracas de Mura y del Fraile. No importaba que estuvieran protegidas hipotéticamente por las leyes valencianas. Tampoco su alto valor patrimonial. Prevalecía la apuesta por la construcción.

Las barracas , las que proliferaron en el paisaje agrario metropolitano de Valencia y en otros lugares del territorio valenciano a partir del siglo XVIII y, especialmente, del siglo XIX, son un símbolo icónico de la huerta nuestra que actualmente están marcadas por la decadencia, erosionadas por la voracidad del ladrillo y el desinterés institucional . Se trata de unas edificaciones «sencillas, frecuentemente de autoconstrucción, usadas por las familias campesinas como un espacio de vivienda y también para guardar parte de su producción agrícola, y que generalmente estaban construidas en los mismos campos que cultivaban», según describen en el portal de la Cátedra de la Huerta de la Universidad de Valencia .

Estas edificaciones se extendieron en el siglo XIX gracias a las menospreciadas desamortizaciones liberales de los bienes de la Iglesia y en las ventas de tierras señoriales. «En este contexto, muchos pequeños agricultores pudieran optar a comprar algunas hanegadas, convirtiéndolas no sólo en su espacio de trabajo sino también de vida, y lo mismo ocurrió con los que se convirtieron en arrendatarios de un propietario urbano de la tierra. Y muchos de ellas sólo pudieron llegar a construirse una barraca como vivienda », desgranan en el catálogo de la Cátedra de la Huerta de la Universidad de Valencia. En 1929, no en vano, se contabilizaron hasta 2.500. Actualmente, y después de la burbuja urbanística , la Cátedra de la Huerta de la Universidad de Valencia ha localizado 69, Enric Guinot , catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia este jueves en una jornada organizada por el colectivo Por la Huerta y la Cátedra de la Huerta de la Universidad de Valencia. Juan Soto, ex concejal del PSPV en el Ayuntamiento de Valencia, denunció en 2008 que en tres lustros habían desaparecido 38 barracas, las que deberían haber contado con la consideración de Bien de Relevancia Local.

«No son todas originales, ni históricas. Hay de muchos tipos entre las que hemos recogido en el catálogo », indicó el experto, quien continuó:« En primer lugar, encontramos las llamadas neobarracas, como la construida por el Ayuntamiento de Alboraya en 1999. también hay restauraciones que crean pánico. Un ejemplo claro es la barraca rehabilitada de Burguet, cerca del parque de la Rambleta, en Valencia ». «También hay asoladas, como la barraca de Ximo Lobo», lamentó en referencia a una construcción ubicada en la pedanía de Castellar-Oliveral , en la periferia sur de Valencia. De hecho, la Asociación de Vecinos de Castellar-Oliveral denunció en 2013 la degradación del inmueble histórico, con lo que el consistorio valenciano instó al propietario a rehabilitarla. «Encontramos otros que están devoradas por las casas», agregó el historiador ejemplificándolo con la barraca La Borrega, ubicada en la pedanía meridional de Pinedo.

Entre las diferentes categorías de barracas, también hay que son consideradas como chalet. «Es una denominación provocadora que ha empleado para describir construcciones como la barraca del General, localizada en la pedanía de la Punta », puntualizó. «Hay de más clases. Se ha recogido barracas que sirven de casal fallero en la Punta u otras integradas dentro de la zona urbana, habituales en el paisaje del Palmar . También encontramos clasificadas como rurales, como la barraca Lladró de Alboraya, o las que conservan el carrizo, como la Genuina de Pinedo », detalló, para cerrar la exposición de categorías:« Desgraciadamente, hay barracas abandonadas de plancha ondulada , como la choza del Gure de Alboraya». Como barraca original, el historiador citó la barraca de los Arandes, en la pedanía albuferenca del Palmar. Construida en el siglo XIX, es de las más antiguas de la zona y las paredes, las cuales están hechas de adobe, no superan el metro y medio de altura. «Es de las pocas originales y está en una situación de degradación evidente», denunció.

«Las barracas son un elemento fundamental de nuestra cultura y de nuestro imaginar colectivo, especialmente de la huerta. Y en las últimas décadas, en nombre de la especulación urbanística ha arrasado con este patrimonio colectivo, así como muchas de las barracas que aún quedan están en riesgo de desaparición. No en vano, hay barracas que se han salvado de actuaciones urbanísticas agresivas como la ZAL , pero que debido al abandono van degradándose hasta quedar destruidas », compartió Nerea Febré , arquitecta y miembro de Por Huerta, que continuó: «la barraca del Cotofio, en la Torre, junto a la urbanización de Sociópolis, Es un ejemplo de cómo una edificación histórica puede estar abandonada y degradada, a pesar de contar con la protección municipal ».

Barraca de Na Torre en una clara situación de degradación | Catálogo de la Cátedra de la Huerta de la UV

Esta contradicción también ha sido criticada por  Luis Pablo Martínez , inspector de la Dirección Territorial de Alicante de la Consejera de Cultura, quien reivindicó el papel que han jugado las luchas por el territorio en la obtención de una determinada protección para estas construcciones singulares : «La huerta sufrió de manera terrible los efectos del urbanismo depredador y del desarrollismo, Especialmente en el tránsito del siglo XX al XXI. Era la época en la que se decía que había que plantar pilares y no alcachofas. Toda acción, sin embargo, conlleva una reacción, tal como dirían las leyes de Isaac Newton. El esfuerzo en defensa de las alquerías, las barracas y el molino que estaban en el camino del Pouet, la huerta de Campanar, impulsaron el activismo académico y técnico para salvaguardar la huerta ». «La campaña para la Iniciativa Legislativa Popular para la protección de la Huerta, y la posterior creación de la plataforma Por la Huerta, marcaron un punto de inflexión. Se activó la concienciación de la ciudadanía valenciana sobre los valores de la huerta », resaltó.

Como efectos de esta lucha, destacó «el arraigo de la noción de patrimonio cultural inmaterial, el cual potenciar el reconocimiento del valor identitario de los bienes inmuebles del patrimonio cultural». El arraigo tradujo en una modificación de la ley de Patrimonio Valenciano, en la que se incluyó la categoría de espacio etnológico de interés local. «De este modo, las barracas de la huerta de Valencia pasaron a ser beneficiarios del régimen de protección de los bienes inventariados, la contravención de la que conlleva sanciones administrativas y penales», afirmó. «La tutela efectiva de las barracas como Bien de Relevancia Local sin embargo, requiere una identificación de los atributos para ser protegidos, de los elementos impropios, y del posible entorno de protección, con la correspondiente graduación de las protecciones », matizó.

«Para proteger, hay que conocer. Y, por tanto, necesitamos un catálogo más completo de las barracas existentes », reforzó Febré. «Estamos en unos niveles de protección ínfimos», consolidó la arqueóloga Paloma Berrocal , en referencia al desprecio y el interés que, salvo algunas ocasiones, han mostrado las administraciones. Xavier Rius , delegado de Cultura de la Diputación de Valencia, de Compromiso, asumió la culpa correspondiente: «Tengo que asumir mi responsabilidad como gestor al respecto». «Ahora bien, desde el Museo de Etnología ha asesorado en proyectos vinculados a la protección de las barracas. Aún más, la Diputación de Valencia rehabilitó dos barracas de su propiedad, las cuales se ubican en Catarroja », indicó, así como planteó «fórmulas de ayudas finalistas para la rehabilitación» de estos elementos patrimoniales como mecanismos de revitalización. «Debemos fomentar, sin embargo, el uso de estas barracas, ya que así se puede garantizar la protección, como ocurre en una barraca en la que hay un restaurante», agregó.

Las mismas normativas de protección, de manera paradójica, también han desalentado el uso de las barracas. «Al estar protegidas, los propietarios, que a menudo son particulares, no pueden rehabilitarlas para darle un uso», reflexionó el arqueólogo Víctor Algarra , en alusión a la protección integral que establece la ley de Ordenación del territorio, el Urbanismo y el Paisaje, la cual supone, según expuso, en un obstáculo para conservar las barracas. «Hay que repensar como las protegemos para también poder asegurar su conservación», subrayó.

«Hay que reflexionar en torno a la protección integral de las barracas, con el objetivo de caminar hacia un escenario de barracas propiedad de la administración, la que las conserve, y otros en manos de particulares. En este caso, la administración debería otorgar ayudas para evitar que no sean un patrimonio oneroso. Ahora bien, a cambio de poder abrirlas a visitas organizadas por el Museo de Etnología durante determinados días del año », propuso Marco Ferri , miembro de Por la Huerta, quien recordó:« La gente que actualmente vive en barracas lo hace por militancia. No lo hace por comodidad, ya que no son viviendas cómodas para vivir ». Son las trabas a superar para garantizar la protección de un patrimonio colectivo del País Valenciano, El cual hace tiempo que lanza un grito de auxilio. No en vano, y como advirtieron los ponentes de la charla celebrada en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia, están en peligro de extinción.

Moisés Pérez
Artículo publicado en El Temps

  1. Guillermo Retuerto Says:

    Buenas tardes. He leído el artículo sobre la barraca valenciana y el número tan pequeño que quedan. Supongo que no tendrán registrada una que posee mi familia en Castellón, ubicada en el entorno de la Basílica de Lledó. Es de principios del siglo pasado y según tengo entendido es original. Si quieren mas información, les puedo enviar fotos. Gracias y un saludo.

  2. Marita Macías Says:

    Lo sentimos, pero no tenemos esa información.

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