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Las tensiones raciales se van a intensificar con las migraciones producidas por el Cambio Climático

Nicco Mele (1977) es uno de los mayores expertos del mundo en el impacto de Internet en los medios y la política. Es profesor de la Harvard Kennedy School, donde ha dirigido durante tres años el prestigioso Shorenstein Center on Media, Politics & Public Policy. Pero también opera en la ‘realpolitik’, al haber dirigido alrededor de 100 campañas políticas en los últimos 10 años. Su libro ‘The End of Big’, que escribió en 2013, vaticina el colapso de las instituciones liberales del siglo XX como consecuencia de la revolución tecnológica.

«Estamos en el crepúsculo de nuestra propia era», sentencia Mele. A pesar del diagnóstico pesimista, es optimista en las soluciones. Para este intelectual inquieto, se nos presentan múltiples oportunidades en los tiempos de la «conectividad radical». Él mismo se vale de la tecnología para promover la democracia a través de Democracy Works, contribuir a su hobby preferido, la poesía, como miembro del consejo de Masspoetry.org, o invertir en startups tecnológicas.

En su reciente visita a España, tuvimos la ocasión de entrevistarle tras su charla «The New Normal», donde nos contó cómo el declive de los medios de comunicación tradicionales está dejando un vacío inmenso que a su vez está viéndose ocupado por lo que Mele llama «polución informativa». De nuevo, tras ofrecernos un diagnóstico realmente descorazonador acerca del poder de las grandes plataformas (y sus algoritmos opacos) para difundir bulos que calan en las sociedades, logró insuflarnos de optimismo: hay soluciones contra las fake news.

Dices que los líderes de las grandes plataformas tecnológicas tienen una responsabilidad moral de poner medidas para combatir la desinformación. ¿Te has reunido con ellos? ¿Cómo justifican su falta de acción?

Google, Facebook y Amazon tienen dos tipos de acciones en su capital. Los fundadores son propietarios de una minoría del accionariado, pero controlan la compañía a través de votos políticos. La presión del valor de la acción es para ellos mínima. Están muy bien protegidos frente a presiones externas y viven vidas muy resguardadas. Aunque creo que uno de estos fundadores deberá decidir en breve que combatir la desinformación es una prioridad.

Parece que las grandes cabeceras están recuperando tráfico por ser garantes de credibilidad informativa. ¿Crees que, paradójicamente, el fenómeno de la desinformación salvará al periodismo?

La verdadera historia es que las grandes marcas van a sobrevivir mientras todo lo demás muere. Estoy en el consejo de la Asociación de Editores Digitales, donde el New York Times comparte sus excelentes resultados mientras que los 60 editores restantes hablan del malísimo año que han tenido. En Boston la prensa regional está colapsando. Nadie está cubriendo la actividad del alcalde o del Ayuntamiento. Nadie sabe si hay corrupción en el Gobierno municipal porque no hay prensa que monitorice.

Dices que, en la regulación de las plataformas, será crucial la transparencia en los resultados de los algoritmos. ¿Podrías poner ejemplos concretos de esto?

Lo que necesitamos son grupos externos a estas plataformas que activen un mecanismo de rendición de cuentas mediante el acceso a las API (interfaces de programación) para poder hacer simulaciones que permitan evaluar los posibles sesgos o riesgos que encierran los algoritmos. Por ejemplo, puedes tener una agencia gubernamental encargada de la vivienda que tenga acceso a una de estas API para evaluar si los propietarios están utilizando Facebook o Google para cobrar a ciertos inquilinos un alquiler más elevado por ser de una determinada raza. De la misma manera, los medios de comunicación pueden tener derecho de acceso a estas API para poder investigar los efectos del sesgo político de ciertas informaciones.

¿Estás de acuerdo con que la extrema derecha está fortaleciéndose gracias a las plataformas tecnológicas?

Sí. Totalmente. Creo que el discurso del odio propagado en las plataformas tecnológicas es más importante aún que el problema de la desinformación.

¿Qué opinas de los vínculos existentes entre el financiero Robert Mercer, el experto en campañas políticas Steve Bannon y Donald Trump? ¿Cuál crees que es su intención última? ¿Por qué Bannon viene a España y se reúne con la gente de Vox?

Por un lado, hay un gran porcentaje de la población en Estados Unidos (y supongo que también en Europa) que cree que las instituciones y sus líderes les han fallado. Todos aquellos nacidos después de 1980 en Estados Unidos pagarán más por su educación y esta valdrá menos que la de sus padres; pagarán más por sus casas, pero serán mucho peores que las de sus padres; pagarán más por su sanidad, que será peor que la de sus padres; se endeudarán más que la generación de sus padres y… ¡todavía no he llegado al cambio climático! Existe un sentimiento muy real y apropiado de que aquellos que han estado a cargo les han fallado, de que se han centrado en servir sus intereses elitistas con un coste muy alto para el resto de la población. Al mismo tiempo, las instituciones líderes se defienden bien, es muy difícil irrumpir en ellas. Yo creo que la intención y el deseo de Mercer y Bannon es precisamente adentrarse en estas élites e instituciones de poder para desmantelarlas. El racismo es otro elemento clave en todo esto. En Estados Unidos la población blanca está reduciéndose hasta el punto de que en diez o quince años será una verdadera minoría. Esto en teoría se convierte en algo realmente amenazante para la gente. Y en la práctica es amenazante para los que no están expuestos a comunidades interraciales. Las tensiones raciales se van a intensificar con los movimientos migratorios provocados por el cambio climático.

Se ha hablado mucho del antes y el después de las elecciones presidenciales de 2016 en la utilización del ‘big data’ en la campaña electoral, pero ¿en qué sentido? ¿En qué se diferenciaron de las elecciones de 2008 que encumbraron a Barack Obama a la Casa Blanca?

Hillary y Bill Clinton construyeron el Partido Demócrata. Se pasaron 40 años construyéndolo. Conocían a cada donante, a los nietos de los donantes, habían estado en cada pueblo pequeño. Era el Partido de los Clinton. Lo que fue realmente innovador de las elecciones de 2008 fue la victoria de Obama sobre Hillary. Esto era algo impensable para alguien de fuera del partido. Algo muy similar a la victoria de Donald Trump sobre Jeb Bush. La similitud entre ambos casos es cómo dos extraños de fuera de las estructuras utilizan Internet para irrumpir en ellas y ganar. La gran diferencia fue táctica. Obama utilizó Internet exclusivamente para levantar dinero y esto le hizo competitivo desde un punto de vista financiero frente a Hillary Clinton. Los grandes donantes estaban con Clinton, pero los miles y miles de pequeños donantes estaban con Obama. Y todo ese dinero Obama lo gastó en medios tradicionales. Sin embargo, Trump no levantó un dólar en Internet y gastó todo su presupuesto en Facebook y Google. Utilizó Internet para influir en la opinión pública y liderar la cobertura de los medios. Utilizó Internet como arma de persuasión. La persuasión digital en política triunfa por primera vez en 2016 con Trump. Pero aún soy escéptico. Puede que Trump haya sido una anomalía y a él le haya funcionado bien precisamente por eso. Aún tengo que ver las tácticas de persuasión que el equipo de Trump empleó durante la campaña para poder hacerme una idea de si pueden funcionar para otros candidatos.

El psicólogo William James decía que la capacidad de atención es característica de la figura del genio. Hay evidencia de que Internet fragmenta nuestra atención. En consecuencia, ¿nos está haciendo Internet más tontos?

No tendría por qué. Esto se debe a la manera en la que está actualmente diseñada la tecnología. Podríamos diseñar la tecnología de forma que no erosionase nuestros niveles de atención. ¿Tú ves Netflix? ¿Podrías estar cuatro horas seguidas viendo una serie de Netflix? Eso no es disminuir la atención, ¿verdad? Si incorporamos diferentes valores, entonces se vuelve una experiencia muy diferente. El Center for Humane Technology o el Common Sense Media son iniciativas interesantes en este sentido, aunque hay espacio para mucho más.

¿Qué opinas de la tesis de Nicholas Karr en ‘The Shallows’ sobre cómo la tecnología nos vuelve más superficiales?

La compro. Cuando lo leí por primera vez no demasiado, pero luego fui viendo que estaba comenzando a pasar. Aunque no culpo a la tecnología enteramente. Una tesis contraria es la de David Weinberger en Too Big to Know, que dice que simplemente necesitamos diferentes habilidades o enfoques. Ahora no es cuestión de ser experto, sino de desarrollar la habilidad para encontrar el conocimiento. De todas maneras, tengo unos cuantos números de los años 30 de la revista Time en mi mesa y, cuando los abro y leo los artículos, son mucho más profundos y densos que nada de lo que pueda leer hoy en el New York Times. Incluso los anuncios eran mucho más sustanciales. Solíamos tener unas élites y unas clases medias bastante sólidas en su pensamiento intelectual y creo que la Segunda Guerra Mundial tuvo mucho que ver con ello. La guerra hizo que la verdad fuera algo valioso para muchos americanos, porque implicaba la muerte de un ser querido. Así que la cultura es mucho menos seria, pero no solo es por la tecnología.

Dices que el miedo y el odio son las dos emociones más baratas de catalizar en Internet. ¿Cómo podemos hacer frente a esto?

He reflexionado sobre este tema con mis hijos. Si educas a tus hijos para que sean felices, serán infelices. Si les educas para que sean amables y empáticos con los demás, serán felices. Los padres tienen que enfocarse en educar a las nuevas generaciones en el desarrollo de la empatía y el esfuerzo, en lugar de satisfacer constantemente sus innumerables deseos. Esto es difícil, al menos en Estados Unidos, precisamente por la diversidad de opciones de consumo que ofrecen los medios. En este sentido, considero mucho más efectivo educar a los niños en la empatía a través de libros.

Elena Herrero-Beaumont
Artículo publicado en Ethic

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