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El machismo adolescente, un reflejo de la sociedad

Como dijo Carla Antonelli en una entrevista a este medio,” igual que hemos evolucionado en muchas cosas también hemos involucionado en muchas otras”.

Las mujeres de este país hemos conseguido una serie de derechos que en absoluto se plantaban hace años. Ya podemos trabajar, tener nuestra propia cuenta corriente, independizarnos sin depender de un hombre, tener hijos sin necesidad de estar casadas o de ser heterosexuales… Por así decirlo, hemos conseguido lo “mínimo” para continuar al camino hacia la igualdad.

No obstante queda mucho por recorrer. Ya no hablamos de frenar los asesinatos, las agresiones o la desigualdad laboral. Hablamos de una igualdad total en la que no hay cabida para estereotipos femeninos (como el peso, la depilación…), comentarios sexistas, control por parte de los hombres a las mujeres… Y para conseguir esa igualdad se debe comenzar por los y las más jóvenes ya que serán ellas y ellos quienes tomen el relevo generacional.

En este punto nos damos cuenta de que el feminismo no avanza como debería avanzar ya que las y los adolescentes son más machistas que sus progenitores.

Según una encuesta sobre cómo perciben los jóvenes la violencia machista realizada por el CIS y la Secretaría de Estado de Igualdad, uno de cada tres jóvenes españoles de entre 15 y 29 años considera «inevitable» o «aceptable» la denominada “violencia de control”.  Es decir, decir lo que puede o no puede hacer una mujer, como por ejemplo impedir a la pareja que vea a sus amistades, no permitirle que trabaje o estudie, o vigilar sus horarios.

Sin embargo, en otra de las encuestas se muestra que el 97% de los jóvenes consideran inaceptable la violencia física. Entonces ¿dónde está el problema?

Principalmente encontramos dos argumentos para entender e interpretar el resultado y por lo tanto ponerle solución.

PRIMER ARGUMENTO.

En primer lugar encontramos que los jóvenes no identifican determinadas conductas machistas y discriminatorias como tal (por ejemplo la citada “violencia e control”). El perfil de ellos es siempre el mismo o muy parecido: controladores, dominantes e incluso agresivos, que no aceptan un “no” por respuesta. El rol de ellas tiende a ser el de “aguantarlo todo”, alienadas y distorsionadas por la sociedad que bombardea con este tipo de conductas y, en la mayoría de ocasiones, maquillan el control con protección. De esta forma, las víctimas tienden a normalizar este tipo de situaciones y conductas.

En este término, los recortes están dando sus frutos, ya que la falta de financiación en concienciación entre los más jóvenes está dando como resultado que no sean capaces de identificar la violencia machista.

Además, esto se convierte en un efecto dominó, ya que cuanto menos concienciados están, menor es la respuesta.

Normalmente se sigue un mismo patrón: el hombre considera que su pareja no debe hacer una serie de cosas y así lo expresa. “No te vistas así”, “No hables con este o con aquel”, “no puedes salir sin mí”, normalmente la víctima lo interpreta como una señal de protección y acata sus órdenes.

La siguiente fase es la continua revisión del teléfono, las redes sociales… y ya no sólo controla con quién habla sino también lo que habla.

El culmen son los celos y las posesiones. El “tú no sales a la calle”. En este momento, la víctima puede actuar de dos formas: obedeciendo o dejándole.

Si le deja, es el momento de las coacciones. Llamadas reiteradas y seguimientos a los trabajos, institutos, universidad o a cualquier otra parte.

SEGUNDO ARGUMENTO.

La segunda vía para entender los resultados de la encuesta se basa en “los roles de género”.

En la investigación “¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia.” Se muestra cómo, los chicos y las chicas, ponen en juego sus expectativas, roles y referentes colectivos. De qué modo se perciben a sí mismos.

Ser chico, creen, es sinónimo de dinamismo, independencia y posesividad. Una chica será sensible, presumida y responsable. Ellos son decididos, mejores en deporte y tecnología. Ellas, empáticas y reflexivas.

“Están convencidos de que son diferentes, que las chicas son más sensibles y los chicos más dominantes”, resume el director técnico del Centro Reina Sofía, Eusebio Megías.

Por lo tanto (aunque no sean conscientes) nunca podrán llegar a tener una relación de igual a igual ya que la atribución de cualidades a los diferentes sexos influye de manera determinante en el establecimiento de estereotipos.

Alejandra de la Fuente
Artículo publicado en Diario16

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