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Mentiras al por mayor

Después de las declaraciones de José María Aznar, el antiguo Presidente del PP, ante la Comisión parlamentaria, que investiga la posible financiación ilegal del Partido, que una vez más ha venido a hacer bueno, confirmándolo, el dicho popular que nos recuerda que “no hay nada más inútil que una Comisión parlamentaria”, ya no nos cabe ninguna duda sobre la citada financiación ilegal y sobre el soberbio empecinamiento del sr. Aznar, que, según él, no tiene que arrepentirse de nada, ni siquiera de su papel de monaguillo con el Presidente Bush, uno de los peores presidentes norteamericanos de los últimos tiempos, solo sobrepasado por el Presidente Trump. Son tantas las inverosímiles falsedades, acumuladas en las palabras del sr. Aznar, que invitó a la escurialense boda de su hija al sr. Correa, inculpado y condenado, al que dice no conocer, que no se las salta un torero, y dichas con esa cara de palo, que se le ha puesto con los años, probablemente por su costumbre de no decir la verdad nunca. Porque, ¿quién es ese J.M., que figura en los “Papeles de Bárcenas”, como receptor de un dinero? Quizá Jacinto Miquelarena, periodista, que ha vuelto del otro mundo a echarle una mano al PP, en el ABC, como es su obligación. O José Martí, que después de muerto ha traicionado los ideales de su vida y ha venido a cobrar el precio de su traición. O el gran pintor Joan Miró, que ha resucitado para cobrar una deuda de un alto burgués, fiel a su Partido. O simplemente Jaume Matas, ducho en engaños, ya imputado y condenado por otro delito semejante, y uno más ¿qué le importa al mundo? Y, ¿quién borró o mandó borrar de los ordenadores del PP, de la calle de Génova toda la información concerniente a la financiación del PP.? ¿Qué mano, suficientemente autorizada, eliminó las pruebas acusatorias? Porque, casualmente, misteriosamente, oportunamente, intencionadamente, felizmente, eficazmente, alguien de la casa, como quien hace la limpieza semanal, se dedicó a suprimir cualquier dato comprometedor sobre la financiación del Partido y se quedó con la conciencia tranquila. ¿De quién fue la idea? Porque no creo que la desaparición de unos datos tan importantes y tan peligrosos, fuera una idea de Dios, que, como todo el mundo sabe, es de derechas y no necesita del permiso del jefe para actuar.

Luciano G. Egido
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