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Muy pocos movimientos sociales han sido tan inclusivos como el 15-M

Afirmas que el 15-M fue el inicio de una segunda transición.

El 15-M abre una nueva etapa que podríamos caracterizar como una segunda transición en el sentido de que cuestiona los elementos fundamentales del sistema democrático que surge en 1978 y planeta formas diferentes en el conjunto de la vida política, social y cultural. Pone en tela de juicio algunos de los elementos que están fallando. Por un lado, fallos implícitos en el propio diseño institucional y, por otro, fallas del sistema que van surgiendo después. Todo eso emerge con fuerza y nitidez cuando la crisis económica estalla a partir del 2008. Se visibilizan esos fallos y fallas, esas líneas que no estaban bien cosidas, bien cimentadas. No olvidemos que, cuando estalla el 15-M, entre los jóvenes había un 50% de desempleo. Además, empiezan a emerger los primeros casos de corrupción, que, al hilo de lo que hemos ido viendo después, aquello era la puntita del iceberg. Pero, sobre todo, se tiene la percepción de que esa crisis va a gestionarse de tal forma que va a beneficiar a aquellos que han estado en la cúpula del establishment y no al conjunto de la población.

Seis años después, ¿cuál ha sido su alcance?

Cuando estudias los impactos que ha tenido el 15-M, te das cuenta de que ha ido más allá de lo que en principio se suponía. Al principio costaba entender qué era eso, veíamos a gente contradictoria en las plazas, y por eso hemos empezado a estudiarlo. Seis años después, te das cuenta de que ese fue el inicio de un montón de cambios. El 15-M interpela al ámbito político, pero también al económico, al sector financiero y a las grandes empresas. También a los medios de comunicación tradicionales que, de repente, se ven increpados en las plazas con los gritos de «Televisión, manipulación». Increpa también a las organizaciones sociales a las que se considera formar parte del sistema, como los sindicatos o algunas ONG. En el ámbito político, hemos visto cómo han surgido partidos nuevos, el más evidente es Podemos, pero Ciudadanos también emerge con fuerza y los «ayuntamientos del cambio» surgen en ese momento. Otros partidos, como UPyD, desaparecen. Y los partidos tradicionales que existían siguen existiendo, pero están en una convulsión permanente. El partido como forma está completamente cuestionado. Todos los partidos que han surgido en Europa quitan la palabra «partido» de su nombre. Cuando esos partidos entran en las instituciones, tienen muy difícil encaje, porque la dinámica, la estructura, los tiempos de funcionamiento no están pensados ni se adaptan a un movimiento social. En el ámbito social, a partir del 15-M surgen un montón de movimientos y tejido social, tanto las mareas como otros movimientos de carácter más cooperativo que también reivindican cuestiones públicas. En el ámbito económico, nacen un montón de iniciativas de economía colaborativa.

Aquellos «perroflautas», como se les tildó, ¿tenían realmente un perfil definido?

A esos «perroflautas», la sociedad española les había dicho «estudia, aprende idiomas, haz un par de masters, y disfrutarás del mismo nivel de bienestar y seguridad del que has disfrutado en casa de tus padres». Y, de repente, esa generación ve que eso no es así, que no se ha cumplido esa parte del trato; ve cómo esa promesa de estabilidad salta por los aires. Básicamente, acuden al 15-M esos jóvenes y sus padres, que también sienten que, de alguna forma, han sido estafados. En las plazas converge gente que venía de experiencias políticas previas –bien de movimientos sociales o de partidos políticos de la izquierda previamente organizados– y aquella otra gente que empieza a sentir que el sistema les está expulsando. Hay un lema del 15-M que me parece muy gráfico: «No somos antisistema, el sistema es antinosotros». No se puede hacer una lectura simplista del 15-M. El 15-M no se puede nombrar en singular, hay que nombrarlo en plural. Hay muchos 15-M en muchas plazas y muchos 15-M dentro de cada plaza. Es complicado hacer un discurso único. Es cierto que existen grandes discursos comunes, pero luego hay infinidad de matices.

Hay una conclusión clara: la epidermis social se hizo mucho más sensible a raíz del 15-M.

La principal herencia es la necesidad de recuperar la política, repolitizando la sociedad. Si te fijas, la democracia representativa no tuvo un cuestionamiento exacerbado en el 15-M. Se dice, primero, que hay que modificarla y, segundo, que no es suficiente, que una democracia de verdad debe trascender al ámbito institucional político, y estar presente en los ámbitos laboral, económico, mediático, cultural, educativo, sanitario… Es decir, todos los espacios de la sociedad tienen que democratizarse y eso pasa por volver a reapropiarse de la política. La sociedad vuelve a preocuparse por aquello que es de todos. Frente al modelo liberal de la delegación de yo-voto-cada-cuatro-años-y-me-olvido, la gente ve la necesidad de retomar asuntos que le afectan para poder participar en ellos. A partir de ahí, el 15-M introduce un concepto muy importante: el de coproducción política, que viene a decir que hay que pasar de la participación a la coproducción. Cuando participas, lo haces en algo que no es tuyo, que es de otro. Hay que coproducir, sentarnos desde el minuto cero a diseñar la ciudad.

Madrid y Barcelona iniciaron ese camino, pero asoman muchas complejidades. ¿Cuáles son las herramientas para materializar esa coproducción de nuestras ciudades?

Es complejo, hace falta formación, información y, sobre todo, mediadores o interfaz que sepan traducir el conocimiento técnico en lenguaje comprensible y que sepan transmitir las claves principales. Esa figura del mediador aún no se ha desarrollado. Son cosas que el 15-M nos ha dejado encima de la mesa. Lo que ocurre en las plazas va dejando una serie de preguntas y desafíos que están ahora empezando a abordarse, pero ni están resueltas las preguntas ni se han asumido los desafíos de una manera valiente. Estamos en un periodo de transición, en un momento de ensayo-error.

Ese largo plazo, en una cultura que busca resultados inmediatos, ¿ha provocado cierto desencanto?

En materia de movimientos sociales, hablar de resultados rápidos no es posible. Sí ponen temas en la agenda política y ayudan a que los partidos políticos tomen cartas en el asunto, pero su papel es más de señalar las fallas del sistema y orientar por dónde pueden ir las propuestas. En este tiempo, desde luego, esta sociedad ha cambiado de arriba abajo, y de qué manera. Pero pensar que en seis años el sistema que teníamos consolidado se vaya abajo por completo es desconocer cómo funcionan las sociedades y la política.

¿Cómo ha impregnado el 15-M la economía?

Recogiendo los principios del 15M, eclosiona una enorme variedad de empresas de economía colaborativa, cooperativas y economía social, que mantienen un nexo con los indignados, tanto en su naturaleza como en las formas de funcionamiento, apostando por modelos más reticulares y horizontales. En lo mediático, al cuestionamiento tremendo que hay de los medios tradicionales –que coincide con una revolución tecnológica importante – le sigue una miríada de medios de comunicación más ligados al mundo online y alineados con los criterios que está defendiendo el 15-M. Muchos de esos pequeños medios que nacieron desaparecieron pronto, pero otros, como eldiario.esLa MareaInfolibreCtxt o vosotros, Ethic, se mantienen. Hacen falta medios que medien, que ayuden a articular esa sociedad.

¿Crees que se subestimó el movimiento?

Subestimarlo es una manera de no querer entender, una forma de pereza mental. Son movimientos muy complejos. En ciencia política hay una serie de criterios que definen lo que es un movimiento social, y el 15-M no cumple muchas de estas características, lo que ha dado lugar a un intenso debate de si es realmente un movimiento social o no. Yo me refiero a él en el título de mi libro como «movimiento político».

¿Qué papel tuvieron las redes sociales?

Fue la gran eclosión de las redes sociales, porque el 15-M encontró en ellas una forma de organizarse muy afín a la concepción que esos jóvenes tenían de sí mismos, de generar alianzas. Es un movimiento social que tiene vocación de mayorías, que dice «Somos el 99%». Hay muy pocos movimientos que se hayan caracterizado por esa inclusividad. Por ejemplo, en el movimiento ecologista, del que yo formo parte, no tenemos esa sensación. Ni en el movimiento feminista.

¿Sirven las TIC como herramienta para esa coproducción de la política que mencionabas?

Sí, lo son, aunque las utilizamos de una manera muy superficial. El ciberactivismo todavía es limitado. Tiene mucho más potencial de desarrollo del que le estamos dando. Las TIC y las redes sociales podrían dar lugar a mucha más participación política y a una mejor calidad democrática. Pero son solo herramientas, esto es, un cómo para un qué, y el qué todavía no está claro, falta capital social. Todavía estamos muy lejos de poder participar en democracia con mecanismos de coproducción política. Por otro lado, hemos confundido para qué sirven las redes: no sirven para deliberar, sirven para crear comunidad. Todos acabamos generando red con aquellos que piensan de una forma muy similar.

El 15-M, ¿fue un movimiento antiglobalización?

Antiglobalización liberal. Cuando se habla del Ibex 35, del austericidio, de los hombres de negro de la Troika, se está cuestionando la globalización neoliberal como un modelo que no nos sirve, porque es precisamente el que nos ha expulsado.

Laura Zamarriego
Artículo publicado en Ethic

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