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Reconocer a los buenos. Homenaje a Juan Camarena

Fue el poeta alemán Bertolt Brecht quien escribió:

          A la buena gente se la conoce

          En que resulta mejor

          Cuando se la conoce…..

 

 

De acuerdo con estos versos, y añadiríamos que a la buena gente, además de conocerla y saludarla, hay que recordarla y quererla.

Si somos conscientes, tampoco esto nos debe de resultar difícil. Ya que, haciendo un examen de nosotros mismos, habremos de reconocer que esa buena gente que nos ha atravesado en nuestra vida, o solo hablado, o tal vez acompañado o escuchado simplemente, forma parte de nuestra mejor vertiente humana. Significa pues el agradecimiento por lo que nos han entregado en su generosidad y su actitud ejemplar.

Y por eso estamos hoy aquí, esta noche y en este patio de colegio. Para hablar de Juan Camarena Martínez, “el fill del fuster de Lloc Nou de Sant Jeroni”, una de esas personas buenas. Y digo bueno, pero no ignorante ni pusilánime. Fue Juan realmente un sabio bueno que no quiso aparecer públicamente como tal, no precisaba de esos aderezos superfluos. Sin embargo, es nuestro deber moral, intelectual y social reconocerlo, para saber quiénes somos y gracias a qué ayudas y esfuerzos mejoramos.

Otras voces nos han podido hablar de su condición de sacerdote, de su carácter progresista y humanista, de su formación y su profesión también como sanitario en enfermería para ayudar a los demás y para ser más libre de la institución eclesial, y ello sin renunciar a un sacerdocio más social y renovador y menos rancio.

Y es necesario conocer las numerosas anécdotas que nos van enseñando al ser humano Juan Camarena. Cada cual tendrá las suyas más cercanas. Escucharlas es traer a Juan con nosotros en esta velada de verano y acercarnos su grandeza y bondad.

En otro lugar hemos intentado trazar un perfil biográfico de Juan Camarena, pero hoy, en esta estrellada noche nerudiana, rescataremos una vivencia común con nuestro querido amigo.

En su última etapa, además del cariño de sus familiares, en especial de la constante dedicación de su prima María, permaneció Juan un corto período de tiempo en una residencia para sacerdotes mayores de Valencia. Cuando íbamos a visitarle, y las fuerzas se lo permitían, o tal vez su voluntad le impulsaba, nos acercábamos paseando a la vieja Universidad de Valencia de la calle de la Nave. Allí en su claustro central, presidido por la estatua de Juan Luis Vives, a quien rendíamos honores y admiración, nos sentábamos a la sombra en uno de sus centenarios bancos de piedra. Mientras la tranquilidad y la presencia del gran humanista Vives acompañaban nuestras palabras y nuestros silencios.

¡Cómo disfrutábamos esos instantes! Era una delicia infinita compartir ese tiempo con el amigo imprescindible, con nuestro querido Camarena.

Creo recordar que fue en Enero de 2015, cuando en una de esas amables excursiones peripatéticas al edificio de la Universidad, descubrimos que había una exposición en una de sus salas dedicada al exilio español republicano al norte de África, y destacándose dos nombres:

El “Stanbrook” y el “capitán Archibald Dickson”.

Como sabrán muchos de ustedes, el “Stanbrook” fue un barco mercante británico, penúltimo en tocar el puerto de Alicante en aquellos días finales de marzo de 1939. Iban acudiendo a sus muelles numerosos ciudadanos, republicanos perdedores, buscando el exilio a otros lugares menos inhóspitos entonces. Dicen que era el final de la guerra civil.

Y Archibald Dickson era el capitán marino de ese buque. Por su cuenta y decisión, al ver aquella aglomeración trágica de seres humanos que buscaban una salida, mandó abrir sus puertas y subió a bordo a todo el personal que pudo o más aún, casi 3000, peligrando su línea de flotación, y se hizo al mar abierto, eludiendo con pericia y fortuna a los franquistas, y llevando a sus salvados exiliados forzosos hasta Argelia.

Nos demoramos con Juan en la visita de esa exposición y la gran lección moral de aquel marino y de su tripulación. Nos reconfortó aquella actuación solidaria que salvó a tantas vidas humanas de las ansias de victoria y de lo que ésta desgraciadamente conllevó.

Ese mismo buque fue de los pocos que entraron unos meses antes en los muelles de Puerto Sagunto a traer materiales para su factoría Siderúrgica, que recordemos era la principal industria controlada por el Gobierno de la República para poder fabricar armamento para los frentes de guerra.

Podemos pensar que por sus calles, del Puerto, llegaron a pasear los marinos del Stanbrook. Tal vez su intrepidez y honesta audacia, como luego demostraron, pudieron quedar infiltradas en las grietas de sus muros y prendidas en los jazmines y las buganvillas de sus patios. Pero lo que sí es seguro es que 25 años más tarde, esas calles, plazas, avenidas, esa playa, sus edificios y sus gentes, serían acariciados por la mirada y la compañía del joven sacerdote Juan Camarena Martínez, ahí destinado por voluntad propia. Y la labor del amigo Juan en Puerto Sagunto fue siempre un compromiso, junto a los más débiles y los perdedores, dirigido hacia un objetivo de justicia social.

Por eso, aquel día en la vieja Universidad reconocía Juan la altura moral de aquellos marinos que lo arriesgaron todo, incluso sus vidas, por salvar a los perdedores republicanos que pudieron y que estaban concentrados en esos momentos en el puerto de Alicante. Poco después, otros muchos ya no podrían salir de allí.

Esa era la sensibilidad y la inteligente opción de Juan Camarena, estar con los sufrientes, con los damnificados, con los activistas políticos y sindicales en las mejores causas sociales, para acompañarles, ayudar y aprender. En definitiva, para ser uno más junto a ellos.

En las ciudades y los pueblos, debemos mantener la memoria de personas de su envergadura e integridad moral para encontrar nuestro sosiego interior, defender la dignidad humana y pensar que, a pesar de las barbaridades que nos acechan diariamente, otro mundo más justo, generoso y solidario es posible y necesario. Y Juan Camarena Martínez, el fill del fuster de Lloc Nou de Sant Jeroni, nos legó su bello testimonio en este camino a lo largo de toda su vida.

Buenaventura Navarro Herráiz.
Homenaje a Juan Camarena Martínez.
22 h., Pati de la escola.
Lloc Nou de Sant Jeroni, a 17 de julio de 2018.

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