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Tu voto, mi voto

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Durante aquellos tiempos que muchos llamaron la Transición Democrática y otros seguimos llamando la Traición Democrática tuve la sensación de que mi voto servía, decidía. Demócrata convencido pensaba, y sigo y continúo pensando, que la mayoría de los ciudadanos estamos preparados para asumir los resultados electorales, sean cuales sean. Entonces, tanto tú como yo, aceptábamos esos resultados con la convicción de que de un modo u otro el país se estaba dando la forma y la estructura política que le era naturalmente propia según el peso sociológico de sus mayorías.

Años más tarde tanto tú como yo supimos, y tuvimos que aceptar, que sociológicamente el país era el que era, que los dos grandes partidos habían entendido muy bien lo que había y que, por tanto, los resultados electorales nunca iban a propiciar los cambios políticos que esperábamos, o más bien deseábamos tu y yo, aquellos que soñábamos con una evolución política positiva y decente para el conjunto del país. Aquello tuvo un nombre, olvidado hoy por viejo: el desencanto.

Después nos envolvió una larga noche colmada de desesperanza donde pudimos percibir que tu voto y el mío ya no servían para nada porque el Sistema había triunfado sobre las personas instaurando un juego donde los trileros siempre tenían las de ganar. Y así ha sido hasta hoy donde, gracias al revulsivo que ha supuesto la irrupción de Podemos en el panorama político, de repente las cosas han cambiado sustancialmente: ahora resulta que ya no solo valen mi voto y el tuyo, sino que hasta la intención, la expectativa de voto, está resultando útil y ya está propiciando cambios.

La arrolladora acometida que el neoliberalismo venía realizando contra el pueblo trabajador y las clases medias, especialmente agudizada en este país por este último gobierno, parece que empieza a detenerse, de repente están pisando el freno, en algunos aspectos incluso empiezan a dar marcha atrás para ver si pueden evitar la hecatombe que para ellos supondría perder como les ha pasado a sus homólogos y correligionarios griegos esas elecciones que les legitiman para cometer sus tropelías en nombre del “realismo” y de su falso posibilismo.

Tu voto, mi voto, por primera vez en muchos años empiezan a tener valor en el tablero en el que se están jugando las partidas este año 2015.

Gracias a los herederos del 15-M que han sabido poner en valor aquello por lo que se manifestaban y mucho de lo que en interminables asambleas discutieron y deliberaron, hoy tu voto, mi voto, vuelven a tener valor. Los que miraban por encima del hombro y con desprecio a los perroflautas y yayoflautas son los que discuten atemorizados en sus tertulias televisivas y radiofónicas acerca de los cataclismos que “nos acechan a todos” si estos “terroristas” llegaran al gobierno. ¡Qué sabrán ellos de cataclismos! La realidad es que ese “cataclismo” solo lo notarían sus jefes, los muy ricos, pero a ellos, como siempre, les afectaría muy poco. Mi padre siempre me decía que a los ricos no les importa el dinero, porque son cultos y saben que una persona por el simple hecho de tener mil millones no es más feliz que alguien que solo tenga novecientos noventa y nueve.

Pero si los pobres levantáramos la cabeza, se lo pasarían mal. Siempre han confundido a España con ellos. Los demás nunca hemos contado.

Miguel Álvarez.

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