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Ximo García Roca: «Historia social confinada»

La participación social, las organizaciones solidarias y las asociaciones cívicas, y en general todas las formas de acción colectiva y de iniciativas promovidas por la sociedad, están sufriendo una  metamorfosis en la pandemia sanitaria. Estos potenciales, que están residenciadas en la gente común,  en su trabajo y en su ocio, en sus luchas y en sus fiestas, son especialmente sensibles a las turbulencias e incertidumbres; son dinamismos, que se despliegan en contacto con la injusticia y la inhumanidad; depósitos de energía custodiados por generaciones de creadores y soñadores, que no siempre  salieron indemnes en contextos hostiles. En la actualidad, la pandemia sanitaria ha precipitado aquellas energías y dinamismos y ha debilitado el Sujeto social que participaba en una actividad colectiva a favor del interés general.  Esta transición ha creado conflictos culturales, políticos, económicos y psicológicos, de cuya resolución dependerá el porvenir de la acción colectiva.

Hay un conflicto cultural que se dirime entre lo fuerte, representado por los poderes del Estado y las Administraciones públicas, y la fragilidad de las iniciativas ciudadanas y la participación social. El inmenso poder destructivo del  virus con corona, ha requerido de un poder mayor capaz de pararle, amortiguarlo o vencerle. En el imaginario colectivo se han impuesto los poderes fuertes, intensos y autoritarios en forma de Estado de alarma, presencia del ejército e imposición de normas de conducta. En este contexto, la acción colectiva organizada se considera insignificante a causa de su fragilidad e inconsistencia institucional. Su existencia capilar, disuelta en el cuerpo social, se consideró, en un primer momento, insignificante para afrontar el COVID-19 . Solo de la fortaleza del Estado y de sus instituciones jurídicas y militares se puede esperar la solución.

Además de insignificante, la acción colectiva organizada resulta políticamente contraproducente, ya que debe evitarse toda movilización social y “trasmisión comunitaria”. La idea de movilidad, concentración y socialización, que fueron las columnas de la acción colectiva, son el enemigo a combatir y evitar. Luchar contra el virus equivale a evitar la movilidad y la concentración de ciudadanos, lo que no sólo confina la acción colectiva sino que la declara contraproducente.

Culturalmente insignificante y políticamente contraproducente, la acción colectiva resulta económicamente arriesgada. La pandemia ha avivado el conflicto entre el mundo de la economía y la lógica social. La contraposición entre los intereses económicos -la producción, distribución y consumo de bienes- y la salud pública -corporal, social y mental- ha determinado decididamente las políticas públicas. Se olvida que sin salud no hay economía y sin  economía no hay salud, no existe lógica económica que no sea social, ni realidad social que no sea económica. Economía y salud no suman dos. Una vez se contraponen la justicia y la economía, eficacia y la participación se confunde los fines -la justicia y la participación- con los medios -la economía-. Y se crean las condiciones favorables para la secesión de los ricos en el campo económico, y para el nacimiento de una élite de técnicos y agencias sociales dedicada a captar recursos, hacer proyectos y perfeccionar el marketing con la consiguiente fractura con las bases reales cada vez más débiles, cuando no inexistentes. El imaginario social sustituye la preocupación por los fines -la salud, la justicia, la igualdad, el bienestar-  por la preocupación por los medios- la economía, el trabajo productivo, el crecimiento, el consumo-.

Asimismo, la pandemia ha alimentado el conflicto antropológico entre las aspiraciones del sujeto y  las expectativas colectivas. Los deseos individuales han llevado en esta pandemia a ocuparse por lo que considero propio, por mis pérdidas y ganancias, por mi libertad, supervivencia y realización, mientras las expectativas colectivas se orientaban a la salud pública, a fortalecer el sistema de protección de todos  y potencian la vida en común. Este conflicto ha llegado al extremo de demonizar a la comunidad como trasmisora del virus -la trasmisión comunitaria- y a lo social como el lugar principal del contagio social.  Cuando el bien particular domina al interés común, la deriva de la acción colectiva es inevitable ya que fue concebida contra los intereses particulares, privilegios y beneficios individuales. El triunfo del sujeto colectivo  es la igualdad, la fraternidad y la justicia, el triunfo del sujeto individual es el individuo propietario. La mentalidad neoliberal, cuyas huellas han planeado intensamente sobre la pandemia, percibe al otro como enemigo que puede contagiarme y a los barrios empobrecidos como potenciadores del contagio. Y de este modo queda confinada la mentalidad cooperativa que sostiene la acción colectiva y la experiencia del “nosotros” se sustituye por individuos solitarios, encerrados en sí mismos. Esta asociación entre comunidad y contagio será una grave hipoteca para la recreación del sector social.

En el interior de los conflictos analizados no sólo se constata la fragilidad del Sujeto social sino que la acción colectiva -participación social, organización cívicas y movimientos sociales- se abre caminos inexplorados, que están encapsulados como los gérmenes en invierno. El de mayor alcance es su entrada  en el mundo digital con la consiguiente revolución del espacio, del tiempo y de las formas de existencia. El espacio social, que se clasificaba ente “lo cercano y lo lejano”, ha sido cuestionado por la pandemia al situar lo cerca y lejano en la misma barca. Se ha evidenciado que el estatuto social de la realidad es la vinculación, el nexo, la interconexión que desde siempre ha sido el corazón de la solidaridad social y de los movimientos ciudadanos. De modo que vivir humanamente es ir creando nexos, eslabones, lazos sociales. El mundo digital abre condiciones reales para la  mundialización, que siempre ha estado en el horizonte soñado de la acción colectiva.

Vinculaciones y nexos, ya sean físicos o virtuales, ambos igualmente son reales, ya que lo virtual no se opone a lo real, sino a la físico. Cuando unos hijos envían un vídeo a sus padres confinados en su casa, o unos voluntarios comparten por la red una canción, o un grupo de personas se unen en línea para expresar una reivindicación, o se sostiene una Web,  se amplían los límites convencionales de la acción social, capaces de cambiar a las personas y remover la conciencia colectiva.

Otro hallazgo de largo alcanza es la conversión de los Sujetos sociales, que se consideraban ante todo actores económicos y políticos, en Sujetos morales. La entronización del sistema político a través del estado de alarma y de las medidas de control, y del sistema científico a través de los expertos, exige más que nunca la existencia de Sujetos morales que no se limiten a secundar las normas e indicaciones del poder político y del sistema experto, y en el mejor de los casos a cuidar a las vidas dañadas, favorecer el uso de las medidas de protección, ayudar al vecino o repartir alimento, sino que mantengan viva la llama de aquellos soñadores que como Hugo Zarate caminaron en la oscuridad, practicaron la ejemplaridad, ofrecieron convicciones para el cambio y promovieron la responsabilidad personal.

En tiempos de emergencia social, las acciones colectivas tienden a reivindicar intereses particulares, las personas mayores reivindican el poder adquisitivo de sus pensiones, los sanitarios sus condiciones de trabajo, los educadores, policías, bomberos la subida de sueldos, los parados sus sueldos. Tras la pandemia global, los movimientos sociales se acreditarán si conjugan el interés particular con las causas generales, los derechos del individuo con los derechos sociales, el bienestar de los ricos con la salud de los empobrecidos, la propiedad privada con el destino universal de los bienes. Será necesario recuperar  el sentido de la ejemplaridad, que  es “ un ideal de dignidad” y crear “anticuerpos de justicia y solidaridad” desde la centralidad del sufrimiento injusto y evitable.

Ximo García Roca

 

 

 

  1. Pepa Garcia Says:

    Excelente artículo de Ximo García-Roca, muy acertada la alusión a “generaciones de creadores y soñadores, que no siempre salieron indemnes en contextos hostiles” .Creo, no obstante, que la pandemia no tiene porqué necesariamente reforzar los poderes del estado y debilitar la acción ciudadana.Experiencias como #frenalacurva son una muestra

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