XIV FORO GRUPO DE TRABAJO Nº 1

La autoridad de padres y maestros

Mª ÁNGELES LLORENTE CORTÉS COORDINADORA

Reunidos un grupo de padres, madres, docentes, asesores y vecinos, en la ciudad de Valencia, un sábado del mes de noviembre, gracias a la convocatoria de la Fundación Hugo Zarate, abordamos desde diferentes perspectivas  la autoridad en la familia y en la escuela, aportando las siguientes consideraciones para un debate que creemos esencial en la sociedad contemporánea.

La autoridad es esencial en los procesos de enseñanza-aprendizaje que se producen tanto en la familia como en la escuela. Autoridad entendida como aquella relación en la que las personas se confieren un respeto derivado del saber, la coherencia, el buen hacer y el reconocimiento mutuo.  En este sentido la autoridad es un valor que otra persona o personas nos otorga y que deja las puertas abiertas para iniciar procesos de aprendizaje compartidos. Así definida, la autoridad va ligada a la construcción de la propia identidad y asociada por tanto a procesos de emancipación y libertad.

Por contra, y muy a menudo, la autoridad se vincula a otros conceptos como poder, obediencia , normas, castigos , sumisión , etc . Aparece así la idea de que ciertas personas han de ser respetadas en función del cargo que desempeñan, sin que pueda cuestionarse su idoneidad o no para el cargo que desempeñan, ni si cumplen con sus tareas de la manera más apropiada.

A menudo se difunde la idea de que falta “autoridad”, en la familia, en la escuela, en la sociedad en general, como si la autoridad fuese una entelequia desvinculada de la persona a la que se la atribuimos o denegamos. Tal vez se trata de un error de concepto y  lo que debería preocuparnos es si las familias, las escuelas y  la sociedad ofrecen suficientes referentes de autoridad, modelos de persona (sea padre, madre, maestro/a…) que merezcan ser respetados. Tal vez  deberíamos plantearnos si la autoridad puede imponerse o más bien es un valor que nos dan los demás si creen que lo merecemos.

Dado que normalmente se transmiten modelos de comportamiento, podemos afirmar que en la sociedad actual marcada por el neoliberalismo económico, que potencia el individualismo, la competitividad, el consumo desmedido y a la postre la injusticia social, es difícil encontrar referentes de autoridad de  los que niños/as y jóvenes puedan aprender valores y normas de conducta orientados a la consecución del bien común .

En este contexto social, los análisis superficiales transmitidos a través de los medios de comunicación,contribuyen a crear corrientes de opinión que tras la demanda de “más autoridad en la familia y en la escuela” lo que realmente están pidiendo es que se supla la falta de referentes y de modelos por sanciones y castigos, haciendo recaer toda la responsabilidad de los conflictos sobre el que menos poder tiene, el niño y el joven, haciéndole responsable de todo lo que no funciona y tratando los conflictos educativos y familiares con parámetros judiciales. Basta para ello leer los decretos sobre derechos y deberes del alumnado y su aplicación en los numerosos expedientes disciplinarios que se abren en algunos centros educativos.  Con ello se pierde no sólo la oportunidad de educar, modificando conductas (mediante la reflexión, la comunicación y los acuerdos), sino que además se genera una aversión hacia la institución escolar, provocando el abandono de la escuela e imposibilitando en muchos casos un acercamiento a los saberes relevantes para una ciudadanía plena.

Abundando en esa idea, suele ser frecuente asociar la autoridad a la ausencia de conflicto y acatamiento de normas. Conviene insistir en que el conflicto es inherente a la naturaleza humana y además una fuente de aprendizaje. Como dice Manuel Delgado Lo realmente difícil no es tanto hacer penetrar la idea de que los conflictos son inevitables, sino cómo explicar que en el fondo son necesarios. Es decir, no existe ninguna posibilidad de que una sociedad como la nuestra, tan compleja, tan demográficamente densa, pueda manejarse, pueda incluso avanzar, sino es precisamente por ese combustible que el conflicto mismo le presta..Mejor dicho el combustible es el propio conflicto. Erróneamente, se supone que la alternativa a las injusticias, a las asimetrías, a las desigualdades , es una especie de armonía universal, que , en la medida que es imposible, nos exime de hacer nada a fondo. La escuela ha de ser conflictiva. Solamente puede llegar a ser enriquecedora, solamente puede aspirar a cambiar un poco para bien, en la medida en que asuma dicha conflictividad. Una escuela pacificada podrá ser muy deseada por algunos, pero, en cualquier caso, difícilmente podrá producir algo parecido a la inteligencia y a la capacidad crítica de los individuos que allí se están educando.  DELGADO, M.(1997). “La razón paradójica” entrevista publicada en Cuadernos de Pedagogía, núm 259,p.8-16

De la misma manera , una norma se respeta mucho más si la sentimos como propia, si creemos en la bondad de la misma, en su utilidad para la convivencia. Entramos así en otro aspecto esencial de la educación frecuentemente olvidado : educar en y para la responsabilidad y la democracia. A los niños y jóvenes a nuestro cargo les privamos del ejercicio de la responsabilidad dándoles todo hecho y dejándoles muy poco espacio para la participación en todo aquello que ocupa sus vidas . Rara vez les permitimos opinar o tomar decisiones sobre casi nada y sin embargo,a continuación les pedimos que sean responsables al máximo . Si para la consecución de cualquier objetivo hace falta un entrenamiento y es necesario errar para aprender, ¿cuándo les permitimos tomar decisones y equivocarse en lo que realmente les afecta?

Mal que nos pese a algunos maestros y maestras renovadores, las tendencias educativas dominantes siguen considerando a la infancia y a la juventud como etapas de transición a la vida adulta, como si cada momento de la vida no fuese único e irrepetible y mereciese la pena vivirlo con entidad propia. Tener a los niños y niñas más de ocho horas encerrados en  los centros escolares y ocupados en múltiples actividades cuando salen de ellos, es una muestra clarísima de cómo los adultos imponen su criterio, privando a niños/as de elementos como el juego y la libre socialización  que son esenciales en estos periodos de su vida . Volver a poner al niño/a en el centro de la educación  y recuperar modelos pedagógicos centrados en el niño/a en sus intereses y necesidades, con un fuerte componente afectivo y emocional, interesados en transmitir la pasión por el descubrimiento y la reconstrucción de saberes relevantes que ayuden a la persona a entenderse a si misma, a los demás y a intervenir críticamente en la sociedad para mejorarla, sigue siendo una tarea pendiente en la sociedad de hoy.

Así, mientras se trasladan a la sociedad ideas parceladas y falseadas sobre la educación, continua oculto el verdadero debate sobre una educación de calidad  para la ciudadanía española. Educación de calidad que implica un cambio profundo en el sistema educativo. Un cambio que debería comenzar con un replanteamiento serio de lo que hay que enseñar y aprender en los centros escolares, que requiere de una reforma sustancial en la formación inicial y permanente del profesorado que propicie la investigación sobre la acción educativa en la búsqueda de metodologías que permitan superar el academicismo imperante que aleja cada vez más a la escuela de la realidad social. Un cambio que pasa por implementar sistemas de evaluación no punitivos, sino formativos , que busquen la mejora del sistema , previa detección de los fallos. Sistemas de evaluación que no busquen la selección de los mejores, a costa de la exclusión de la mayoría,  sino la mejora de todos en la medida de sus posibilidades. Hace falta un debate educativo que ponga en el centro de la educación a la persona y sus necesidades. Y hace falta que de una vez por todas en ese debate se prime la voz de las familias, del alumnado y del profesorado que son los auténticos protagonistas .

Para acabar un breve apunte sobre la educación en la familia. Sea cual sea el modelo de familia, hay que tener en cuenta como dice Philippe Meirieu que las personas sólo pueden vivir juntas si existen mediaciones entre ellas es decir si existe un conjunto de acuerdos que regula sus relaciones, si tienen un proyecto en común en el que cada uno de ellos puede implicarse y que hace prevalecer la ley colectiva por encima de los caprichos individuales. ….. Porque si el proyecto al que nos sumamos es lo que estructura el tiempo, también hace que nos fijemos en nuestros comportamientos, nos obliga a superar los inconvenientes y desánimos, exige que realicemos aprendizajes concretos y prescribe que tomemos responsabilidades y que las mantengamos…  Trabajad juntos…trabajad con…empleaos a fondo en una tarea común en la que podáis permitir que cada uno/a ocupe su lugar . No será un lugar definitivo , sino para un proyecto definido y sobre un tiempo limitado una función en la que uno pueda ser útil y disfrutar de reconocimiento . Luego esforzaos en otros proyectos para permitirle que practique otras funciones , para explorar otros horizontes. Pero haced todo lo posible para que se implique y se ponga en juego: así aprenderá simultáneamente a ejercer su autoridad y a respetar la autoridad legítima.”