XX FORO GRUPO DE TRABAJO Nº 1

Josep Antoni Román

Nuevas políticas para una sociedad emergente

JOSEP ANTONI ROMÁN GARCÍACOORDINADOR

Conclusiones del Grupo de trabajo

Si algo se está poniendo a prueba con esta denominada crisis es la enorme capacidad del ser humano para afrontar situaciones y circunstancias cambiantes, por duras y adversas que sean, siempre que en el horizonte se vislumbren nuevas metas y objetivos que orienten nuestra vida y den sentido a todo el esfuerzo y el sufrimiento presente.

La crisis actual tiene por primera vez una dimensión global aunque afecta de manera especifica a diferentes partes del planeta en aquellos aspectos que mas repercuten en las condiciones de vida de cada población lo que, en buena medida, ha provocado una respuesta también generalizada y plural: Las denominadas primaveras árabes (Túnez, Egipto…), las multitudinarias manifestaciones para ocupar Wall Street y otros puntos de EE.UU, los movimientos asamblearios de indignados en España y en diferentes países europeos, han constituido y constituyen una reacción, cargada con un gran componente emocional y humano, frente al desmoronamiento de un modelo económico que se ha fundamentado en una especulación financiera desaforada y que ha llevado al paro y a la ruina a muchos millones de personas. En nuestro continente esta catástrofe ha tenido una singular virulencia y ha golpeado especialmente a las clases populares de los países del sur de Europa.

En todos los casos, junto a la crisis económica se ha producido una crisis política como consecuencia de la quiebra de confianza en el sistema, sea por la falta de libertades (caso de los países árabes) sea por una profunda desconfianza en una  clase política a la que cada vez se le cuestiona más su honestidad y su falta de representatividad y a la que se le acusa de jugar el papel de colaborador necesario de aquellos agentes del mercado financiero que, tras haber provocado la crisis, se han enriquecido a costa del sufrimiento y la miseria de millones de seres humanos.

Pero el detonante que ha encendido la chispa y ha movilizado a amplios sectores de la población en diferentes partes del planeta no ha sido solo la pobreza, o la crisis económica o la falta de democracia, sino que ha sido fundamentalmente la humillación causada por el cinismo y la arrogancia de los poderosos, tanto del ámbito financiero como político y cultural, lo que ha unido a aquellos que han sido capaces de transformar el miedo en indignación y la indignación en esperanza de una humanidad mejor.

La mezcla entre el deterioro de las condiciones materiales de vida y una crisis de legitimidad de los gobernantes y su gestión de los asuntos públicos ha inducido a mucha gente a tomar las demandas en sus manos, y participar en acciones colectivas diferentes de los canales institucionales prescritos para defender sus reivindicaciones y, en última instancia, cambiar a los gobernantes e incluso las reglas que conforman su vida.

Ello nos ha abierto las puertas a una época distinta que se caracterizará por el cuestionamiento de las actuales prácticas de la democracia representativa y por la irrupción en una nueva cultura de la participación, más que propiamente por la elaboración de una propuesta política específica.

En este sentido, no estaríamos hablando tanto de una agenda política diferente sino, más bien, de nuevas formas de acción política caracterizadas  por el empuje y la hegemonía de los nuevos movimientos sociales por una parte, mientras que por otra se revelaría un proceso de decadencia unido a una merma de credibilidad del sistema y de las fuerzas políticas e instituciones que tradicionalmente lo han venido sustentando. Todo ello empieza a aparecer ante nuestros ojos como uno de los primeros síntomas o como el destello de una sociedad emergente que ha venido configurándose de manera transversal pero que se ha gestado y alumbrado en las entrañas de la crisis resultando, en consecuencia, un producto de la misma.

Además, la globalización de esta realidad confiere a los movimientos sociales que la conforman ciertas características comunes que se manifiestan claramente pese a la heterogeneidad del fenómeno: Todos ellos están conectados en red de numerosas formas, aunque surgen de las redes sociales también se preocupan de ocupar el espacio urbano. Son espontáneos en su génesis y vienen desencadenados por lo general por una chispa de indignación relacionada con un acontecimiento concreto o bien porque han llegado al límite de repugnancia ante el comportamiento de los gobernantes. Son movimientos virales siguiendo la lógica de las redes de Internet algo que relativiza en buena medida la importancia de los líderes. También son autorreflexivos, es decir, que se interrogan constantemente sobre sí mismos. No obstante, raramente son movimientos programáticos aunque sí tienen un alto contenido social con el objetivo de cambiar los valores de la sociedad. Por ello, en el fondo, son muy políticos aunque en un sentido fundamental.

A partir de esta realidad, el contenido de las preguntas que nos surgen ahora con la experiencia acumulada tras la aparición de estos movimientos oscila entre la inquietud y la esperanza: ¿Seguirán luchando, debatiendo y evolucionando, o acabarán desvaneciéndose en su forma actual? ¿Se transformarán en nuevos actores políticos? ¿Pondría ello fin a su existencia como movimientos sociales? En cualquier caso, ¿ha servido de algo su actuación? ¿Qué herencia nos dejan?

Aún no tenemos las respuestas a estas preguntas. Pero lo que sí parece establecido es que, en último término, la herencia de un movimiento social la constituye el cambio cultural que haya producido mediante su acción. Desde esta perspectiva, ¿cuál podría ser el posible legado de estos movimientos u otros similares que siguen surgiendo? La democracia. Una nueva forma de democracia. La irrenunciable voluntad de no dejarnos arrebatar la capacidad de decidir sobre nuestra existencia. Algo que hoy permanece como una antigua aspiración, nunca lograda, de la humanidad pero que se presenta como radicalmente incompatible con un sistema económico, (el capitalismo en su fase actual), que provoca profundas desigualdades a la vez que busca el desempoderamiento de las personas. Por ello, sea cual sea su futuro, el legado de los movimientos sociales en red como embrión de una nueva sociedad emergente habrá sido y es vislumbrar la posibilidad de reaprender a vivir juntos en una democracia más real y más justa.