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Decrecimiento (2)

El Decrecimiento es una corriente económica y social de marcado acento ecológico que defiende que hay que introducir urgentemente y a nivel planetario los cambios socio-políticos necesarios para combatir el desarrollismo incontrolado e invertir el esquilmamiento progresivo de los recursos naturales del Planeta.

La idea de que el Decrecimiento que proponen intelectuales como Ivan Illich y otros, significa, como predican sus detractores, volver al pasado: escasez, racionamientos, etc, no es solo una malvada caricatura de la auténtica propuesta que estos hacen, sino también una venenosa falsedad. La idea básica del decrecimiento es producir más y mejor con menos.

Las ideas claves son: eficacia, desempeño, excelencia, rentabilidad a corto plazo, reducción de costes, flexibilidad…  todo ello a fin de conseguir un beneficio común tanto ecológico, humano, así como económico. Se trata de reducir la explotación incontrolada e indiscriminada de recursos naturales no renovables a la vez de mejorar, no solo el reparto de la riqueza sino también la felicidad humana. No se entiende que en los tiempos actuales se mantenga la jornada de ocho horas cuando la tecnología y los avances de todo tipo desde hace decenios permitirían establecer la jornada de seis horas, que, entre otras cosas, permitiría que terminase o, al menos disminuyese drásticamente ese tremendo ejército de parados que son la vergüenza de un país a la vez de ser la constatación misma de nuestro inmenso fracaso como sociedad moderna.

Será necesario asumir un ecoantropocentrismo que ponga en el centro de sus preocupaciones la supervivencia de la Humanidad y, por tanto, un Humanismo bien entendido. Esto nos invita a reintroducir la conciencia ecológica en el corazón mismo de la preocupación social, política y cultural de la vida humana.

Algunos de los teóricos del decrecimiento denuncian tres agentes, al menos, “incitadores al delito”: la publicidad, la obsolescencia programada y el crédito. Si se analizan pormenorizadamente, cosa que, al menos por ahora, no voy a hacer, veríamos los inconmensurables daños que estos agentes producen, incitando al consumo despilfarrador e irresponsable. Pero hay más, mucho más. En realidad se trata de que el Sistema Establecido funcione únicamente a favor de los intereses de una minoría cada vez más minoritaria, que acumula riquezas incansablemente y de un modo enfermizo, y que, metida en su propia dinámica acaparadora no puede ni sabe detenerse. Esto, que es un problema real para ellos, se convierte en un drama para nosotros. Deberíamos ser capaces, de “ayudarlos” a salvarse de sí mismos, no solo por humanidad sino también por afán de supervivencia.

Y… ¿Cómo se le pone el cascabel al gato? Difícil. Extremadamente difícil, cierto. Pero ¿no habíamos quedado en que no teníamos otra que intentarlo, aunque perezcamos en el intento? Si es tan difícil habrá que realizarlo por fases o etapas, ya que, los intentos revolucionarios violentos de siglos pasados, además de no servir para gran cosa, en el mundo actual son absolutamente imposibles. La única posibilidad que nos queda a la gente de bien (estoy convencido de que somos una gran mayoría) es volcarnos en el uso y utilización al máximo de todos y cada uno de los instrumentos democráticos a nuestro alcance.

Lo primero sería votar bien. No se puede votar a nadie que predique que hay que privatizar servicios públicos, ni tampoco a los que no lo predican pero que también lo hacen; son esos que pregonan que no creen que Ayuntamientos, Comunidades y el propio Gobierno gestionen mejor que las empresas privadas. Y, a lo mejor tienen razón, pero… y si piensan así ¿por qué ese empeño en meterse en la política y no lo hacen en esas maravillosas empresas privadas? Mucho cuidado con los pillines ¿a ver si no son otra cosa que submarinos a sueldo de las grandes corporaciones?

Hay que regenerar la política, pero de arriba abajo y de abajo a arriba, porque de todo hay en la viña del señor. Aunque no es mi intención, en este momento, desarrollar aquí esta idea, intento apuntar que, si queremos salvar (no al Planeta, el Planeta no tiene ningún problema) a la Humanidad, vamos ya con mucho retraso, por tanto, tenemos que aceptar la realidad y esta nos dice que la vida cómoda se ha acabado definitivamente. ¿Es cómodo convivir con el Covid-19? ¿Es cómodo padecer ERTES, ERES y cierres patronales? ¿Es cómodo comprobar como los comercios de tu barrio van bajando las persianas de cuatro en cuatro? ¿Es cómodo vivir enclaustrados y sin alternativas? ¿Es agradable contemplar cómo avanza el Cambio Climático y no poder ni saber hacer nada al respecto? ¿Es cómodo ver cómo cada verano ascienden más y más las temperaturas? ¿Es cómodo ir a la playa y no ver ya un solo cangrejo, una tellina, un pececito… solamente latas y plásticos? ¡ah!, y unas grandes máquinas que diariamente revuelven las arenas para esconderlas bajo la alfombra.

Cuando pase la pandemia, que pasará, ¿qué es lo que vamos a encontrar? Lo sabes ¿verdad? Pues deberíamos irnos preparando, porque nos va a ser muy incómodo aguantar lo que viene y aún más incómodo (no nos engañemos) rebelarte contra ello. Tendremos que decidir. Pero si decides sumarte a la rebelión no se te ocurra mostrar tu frustración enfrentándote violentamente contra todo. No es que esté mal o que no se deba hacer: simplemente es que la cosa no funciona así y el único perjudicado serás tú. Hemos de organizarnos, juntarnos con nuestros iguales, pelear democráticamente por nuestros derechos y nuestra supervivencia… y hacerlo sin cesar un solo instante y lo más inteligentemente que podamos. Un grano no hace granero, pero…

En el capítulo siguiente hablaremos de algunas ideas nuevas y creativas en cuanto a la puesta en práctica del Decrecimiento que habría que explorar y defender.

Ver:

Decrecimiento 1

Decrecimiento 3

Miguel Álvarez

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