X FORO LOS VALORES DEL COMPROMISO

Francisca Sauquillo

Los valores del compromiso

FRANCISCA SAUQUILLO PROFESORA

Quiero agradecer la invitación recibida para mantener una reunión en esta Fundación Hugo Zárate y en este espacio para la Solidaridad y el Voluntariado de la Comunidad Valenciana. Se cumplen los diez años, es decir una década de trabajo y esfuerzos como se puede comprobar con los talleres, conferencias, seminarios y publicaciones que ha realizado la Fundación Hugo Zarate, para sensibilizar a cada uno de nosotros y a la sociedad sobre los valores del compromiso. Se me ha encargado hablar sobre los valores del compromiso, teniendo presente la figura de Hugo Zárate y su compromiso de vida, reflexionando, sobre todo en el cumplimiento de los 10 años de existencia de la Fundación que lleva su nombre.

Hugo era una persona comprometida con su sociedad, un cristiano que llevaba a la práctica sus ideas de compromiso. Hugo vivió en las villas miserables de Argentina, en Villa Agüero, asumiendo todos los problemas de marginación en todos los aspectos, cultural, social, etc, como todos los jóvenes de su ciudad, uno de los grandes problemas era el trabajo, trabajaba un día sí y dos no. Sus reivindicaciones, junto con los equipos de la JOC, eran crear equipos de revisión de vida, lo que se conocía por Ver, Juzgar y Actuar. Organizó una gran conferencia en el teatro de Avellaneda para sensibilizar a la población sobre la Encíclica de Pablo VI «El progreso de los pueblos» que había sido recientemente publicada, concretamente en el mes de mayo de 1967, y tuvo mucha repercusión en Argentina. La actuación de Hugo se podría definir con la frase «Las personas nos vamos haciendo con las circunstancias que han rodeado nuestra existencia, las cuales van constituyendo nuestra personalidad» y la suya fue una personalidad fuerte y de ayuda a los demás. Llegó a España buscando la libertad y se encontró con el final de una dictadura en nuestro país y con ansias de libertad y democracia en su pueblo.

He intentado recordar cómo creamos las asociaciones de vecinos cuando el llegó, estos grupos de personas, núcleo fundamental en el que aglutinar a vecinos para trabajar juntos por la creación de espacios de libertad, por un cambio de estructuras y para ir creando una ciudadanía en una sociedad que no tenía libertades ni democracia debido al régimen dictatorial, donde muchos de los vecinos de los barrios más pobres de las grandes ciudades como Madrid, Valencia, etc., se amontonaban en chabolas en los barrios periféricos. Llegaron a existir en la periferia de Madrid más de 30.000 chabolas (infraviviendas). Estas asociaciones de vecinos las conoció muy bien Hugo Zárate, él llegó a España procedente de un país en el que había tenido experiencia de trabajo comunitario y aquí lo desarrolló.

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Pero permitidme que en estos momentos difíciles para mí, al haber perdido a mi marido el 15 de octubre de este mismo año -compañero desde hacía 36 años-, hace sólo un mes, después de ocho meses de la maldita enfermedad del cáncer, que llevó con gran entereza y sin ninguna queja, haga una pequeña reflexión personal. Es en estos momentos en los que parece que el cielo se nos cae sobre la cabeza y en que la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida, pensar en tu vida, en tu punto de partida, en la meta que te trazaste, pensar cómo ha transcurrido tu vida, etc.

Cuando terminé la carrera de Derecho y comencé a trabajar como abogada, después de la lucha estudiantil contra el Sindicato Vertical (SEU), con las consiguientes manifestaciones, etc., la aplicación del «Ver, Juzgar y Actuar» de la JOC y las enseñanzas del Concilio Vaticano II (1962), así como de las famosas Encíclicas «Mater et Magistra»(1961) y «Pacem in terris» (1963), que me marcaron en mi forma de actuar, culminó con la creación del primer despacho laboralista de Madrid con otros jóvenes abogados, y el trabajo en los despachos nocturnos en los barrios periféricos de Madrid (Moratalaz, Vallecas, Orcasitas, etc.).

Defendí ante el Tribunal de Orden Público (TOP) a muchos perseguidos por la defensa de las libertades (derecho de manifestación, asociación, etc.), fui la cuarta abogada española que participó en más procesos, defendí a un total de 138 personas procesadas. Peleábamos, con las armas del Derecho, contra unos hechos tipificados como delitos, lo que era en realidad la represión de la libertad….. Todo ello suponía para mí la búsqueda de la justicia, la persecución de un mundo solidario y la consecución de una sociedad humanizada y justa.

La pregunta constante que me hago, y que supongo que se hacen todos los humanos, es el comienzo de la vida, la muerte y el sentido de ambas cosas, que está tan cerca en estos instantes. Por ello es lógico que queramos y pensemos en una trascendencia que dé más sentido a nuestras vidas. Aunque no por creer en otro mundo hay que dejar a éste a su destino, permitir que se rija y transcurra según unas leyes no establecidas. Estos pensamientos los he tenido en otros momentos difíciles de mi vida, a raíz de la muerte de mi hermano Javier, cuando ocurrieron los asesinatos de los abogados de Atocha, donde él, junto con otros cuatro jóvenes abogados y un administrativo, dedicados todos ellos al mundo jurídico laboral y a las asociaciones de vecinos, fueron asesinados por unos fascistas contrarios a las libertades para España. Todos ellos murieron jóvenes y con muchas ilusiones de cambiar la sociedad, y no pudieron ver su cambio. Los cuatro que lograron salvar la vida fue porque la bala mortífera no les dio, como fue el caso de Alejandro Ruiz Huertas, que la bala dirigida hacia él fue desviada por un bolígrafo, o mi cuñada Lola González Ruiz, que cayó debajo de mi hermano; está claro que no era su momento y tenían que continuar luchando en este mundo, como lo han venido haciendo.

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Tuve también esta sensación, y con más virulencia, con la muerte absurda de mi hijo Javier, al que no atendieron cuando tuvo una hipoglucemia ocasionada por la anorexia, enfermedad maldita, de la que estaba recuperándose, y se cayó al suelo a la salida del metro, en la calle, en pleno centro de Madrid, ocasionando su muerte el que lo dejaron sin atender casi tres horas antes de avisar al Samur, (Servicio de Asistencia Urgente), a cuyos efectivos se les dijo que la persona que estaba sin conocimiento tenía Sida. Tanto mi marido, Jacobo, como yo y mi otro hijo nos planteamos denunciar el comportamiento insolidario de aquellos vigilantes del metro, que por el aspecto físico y creer que podía ser un drogadicto o tener Sida lo abandonaron más de 3 horas en el suelo, falleciendo posteriormente. También era un joven con muchas ilusiones y con una gran sensibilidad ante el dolor ajeno. La denuncia y el juicio nos supuso un gran esfuerzo, tanto a mi marido, Jacobo, a mi segundo hijo y a mí, pero creo que hicimos bien, pues ha tenido mucha repercusión, para que a otras personas no les suceda algo parecido.

Pero no debo continuar por este camino, en esta tarde con vosotros, pues podría parecer que no hay esperanza. Sin embargo cada uno de nosotros hemos hecho cambiar muchas cosas y que el mundo sea un poco mejor. Sobre todo hoy, la gente es mucho más sensible hacia ese aspecto esencial de la convivencia de los seres humanos que es la solidaridad, aunque el mundo cada vez parezca más insolidario e injusto. Nada funciona bien sin poseer la capacidad de vivir en paz, sin aquella habilidad que nos permite convivir desde la diversidad e, incluso, el desacuerdo, y la lucha contra las injusticias que vemos.

Cuántos años de zozobras e inquietudes revolucionarias empleamos para poder respirar ahora mejor. Y cuántas emociones se encargaron de disparar nuestra adrenalina en experiencias que las generaciones actuales quizá no comprenderán ni podrán compartir nunca.

Nuestro trabajo político y sindical se llevaba a cabo en el Pozo del Tío Raimundo con el mítico padre Llanos, en su Iglesia. que entonces se utilizaba como lugar de reunión de las incipientes CCOO (ilegales, por supuesto), que dieron como fruto el actual sindicato Comisiones Obreras. El 24 de septiembre de 1955, el padre José María de Llanos y Pastor, S.I., se fue a vivir de la calle Serrano, en el centro de Madrid, al Pozo del Tío Raimundo, un suburbio sin dotación elemental en el sur de Madrid, algo parecido a las favelas de Brasil, o las villas de Argentina en América Latina. En el auge de la inmigración masiva del campo a la ciudad. Llanos fue un personaje público de la escena española y madrileña, bastante admirado por muchos y controvertido por otros. La antigua Iglesia del Padre Llanos construida en 1956, es hoy sede de la ONG que presido, el Movimiento por la Paz -MPDL.

El ser abogada era una garantía para que al llegar la policía a detener a las personas que allí estaban, pudiéramos argumentar qué estábamos en consulta jurídica, y alguna vez eso sirvió, pero otras muchas se producían las detenciones masivas y el ingreso en la Puerta del Sol (Dirección General de Seguridad), hoy sede de la Comunidad de Madrid. Tenía claro que haber podido estudiar en aquellos años, tenía que servir para dedicarlo a los demás, ya en la Universidad hicimos un trabajo de «La Universidad al servicio de la sociedad» y eso se plasmaba en dedicar mis estudios a la defensa de la clase trabajadora y más necesitada de nuestro entorno.

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Este trabajo en los barrios periféricos de Madrid lo hacíamos en Palomeras Bajas, donde se organizó la primera asociación de vecinos de España, acogida a la Ley de 1964, con objeto de juntar a los vecinos en su lucha por una vivienda digna y erradicar esas miles de chabolas que existían en Madrid en los años 60, fruto de los inmigrantes andaluces, sobre todo provenientes de la provincia de Jaén, y extremeños de diferentes pueblos y lugares, donde familias enteras abandonaban sus pueblos para venir a buscar trabajo a Madrid, y se bajaban del tren antes de que este entrase en la estación de Atocha y comenzaban a construir sus chabolas en los campos conocidos como Pozo del Tío Raimundo, Cerro del Tío Pío, etc. El trabajo lo realizábamos en la parroquia, ya que era el único sitio posible de reunión y con la presencia mía o de otros compañeros abogados, podíamos reunir a veinte personas sin que se considerara reunión ilegal. Atendíamos jurídicamente y preparábamos cómo trabajar contra lo que ya comenzaba a ser un proceso especulativo del suelo donde estaban construidas esas chabolas.

Hoy, en esos barrios de antiguos suburbios, existen unos barrios de viviendas, con infraestructuras, escuelas, centros comerciales, centros culturales, etc. Ya no existen los problemas de antaño, si bien han aparecido otros problemas que hay que afrontar conjuntamente con las Asociaciones vecinales y sobre todo el apoyo a aquellos de los inmigrantes de otros países que han llegado a España en busca de trabajo y de una vida digna.

La vida no es fácil. La grandeza es mirar atrás y estar convencida de que en las mismas circunstancias, volveríamos a hacer lo mismo que hicimos, porque lo consideramos justo. Es la diferencia entre lo que significa «justificar» y lo que significa «explicar». Explicar, se puede explicar casi todo, pero justificar es estar convencida de la moralidad de una acción, de un comportamiento. Creo que puedo justificar casi todo lo que he hecho, pues me he creído lo que hacía en cada momento de mi vida. La vida es compleja, existen conflictos o crisis con uno mismo, conflictos con otras personas, conflictos colectivos, sociales e internacionales, donde siempre esta presente la violencia , todo ello debemos hacer frente y solucionarlo.

A lo largo de la vida de la Humanidad, ésta ha desarrollado innumerables métodos de intervención en los conflictos y formas de comprensión de los mismos. Sin embargo, en muchas ocasiones, los intentos de gestionarlos se han solventado con otro conflicto; nosotros debemos solventarlos, sin conflictos. Aprender y enseñar Paz y No Violencia, acaba siendo lo mismo que aprender y enseñar a vivir satisfactoriamente, en calma, en plenitud y haciendo felices a los demás.

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Normalmente, nuestra forma particular de vivir se fundamenta en una concepción específica de la vida, en una percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La manera en como adquirimos conciencia de nosotros mismos y de nuestra forma de entender la vida, predeterminará valores, actitudes y comportamientos, tanto a nivel individual como social y político. Si disociamos nuestra conciencia del existir del resto de la vida, de los otros, de la naturaleza y de la sociedad que nos rodea, habremos puesto los fundamentos imprescindibles para justificar todo tipo de violencias y desmanes y nuestra propia desgracia.

Me interesan las personas fuertes, que tienen mucho que contar, vidas bien vividas, que corren riesgos. La vida es un riesgo constante, y a ello tenemos que hacer frente. Ahora tengo que mirar adelante. El nuevo día todavía no ha amanecido.

¿Qué nos espera a los seres humanos en el umbral del siglo XXI? ¿Y qué puedo hacer yo?

En el siglo XX hemos avanzado mucho las mujeres, en España hemos conseguido una estabilidad y una democracia firme con la defensa de las libertades. Y me planteo si a mi generación nos queda algo por decir, o es el tiempo de otras generaciones únicamente. Tal vez nos permitan ayudarlos. O escuchen algún consejo. No sé si nosotros, mi generación, tenemos palabras guardadas aún por decir, pero sí sé que tenemos experiencias que no deberían olvidarse. El mundo actual y el futuro es otro muy diferente al que nosotros conocimos, en los últimos cincuenta años han pasado muchas cosas, que quienes las hemos vivido tenemos que dar testimonio de ellas.

España pasó de la dictadura a la democracia; el mundo pasó de la Guerra Fría a la cooperación. Los seres humanos han descubierto, en pocos años, más maquinas a su servicio que en ningún otro período de la Historia. La ciencia está haciendo esfuerzos por resolver conflictos científicos y sanitarios en este siglo que en los años transcurridos desde que el primate del que al parecer procedemos, aprendió a caminar erguido.

Se han creado autopistas de la información, hay viajes universales, el mundo atrapado en un ordenador. Un proceso que podría llevarnos al individualismo, al fin de la solidaridad, al aislamiento de cada uno de nosotros sentados ante una pantalla que nos dice y hace todo. Pero las relaciones humanas no son sustituibles; los afectos nacen, crecen y mueren, pero nunca desaparecen, por eso es importante el trabajo colectivo.

Pero los temas eternos siguen siéndolo, el amor, los celos, el odio, la muerte, la envidia. Los pecados capitales son consustanciales con el ser humano y no dejarán de serlo. Nosotros hicimos nuestra revolución, y la hicimos lo mejor que sabíamos. El nuevo siglo pertenece a la nueva generación.

foro-10-010Hoy hemos comprendido la importancia de la conservación del planeta que dejaremos a las generaciones futuras, pero no sólo desde el punto de vista ecológico, sino también cultural. Los renacentistas tenían la idea de que, cuando dejasen este mundo, debían dejarlo un poco mejor de lo que les había sido legado. La vida del planeta no es eterna, pero en relación con lo efímero de nuestra vida, para nosotros lo es. Y por ello, el planeta debe ser cuidado, mimado, conservado y legado generación tras generación en las mejores condiciones medioambientales, patrimoniales y culturales. Una nueva ideología crece sin parar entre las generaciones más jóvenes y creo que hoy tenemos que trabajar con un verdadero compromiso en este campo.

He dicho antes que el siglo XX ha sido importante para el desarrollo de la mujer, pero en este siglo XXI es nuestra obligación asentar, consolidar y ejercer las conquistas que hemos logrado hasta ahora. Hay todavía muchas mujeres que no han alcanzado aún el umbral de la libertad; en algunas partes del mundo todavía se practica la ablación del clítoris, o se las obliga a ir cubiertas por completo, incluso los ojos, y no pueden siquiera ser atendidas en los hospitales cuando enferman. En la sociedad desarrollada española, el reconocimiento de los derechos de la mujer está en las leyes y también en la calle; pero la contradicción es que no en todas las calles ni en todos los hogares son reconocidos sus derechos. Cada día conocemos noticias de que en nuestro país ha ocurrido una muerte de una mujer en manos de su compañero.

Hay quien tiende a creer que la mujer ya ha alcanzado en todos y cada uno de los lugares del mundo la meta igualitaria, la condición paritaria en relación al hombre. Ni mucho menos. En los aspectos vinculados con la liberación de la mujer, la Historia no ha hecho nada más que empezar.

Nos falta mucha dedicación e imaginación para erradicar el machismo y desarrollar una labor igualitaria entre todos para conseguir una sociedad más igual y justa entre todos. Y en este campo debemos estar.

Uno de los mayores problemas que tenemos que afrontar es el de la inmigración, los miles de inmigrantes que llegan a nuestro país en busca de una vida mejor y de un trabajo. Algo parecido a lo que viví en Vallecas en los años 60 con los emigrantes andaluces, extremeños y los miles de emigrantes españoles que viajaron a Francia, Alemania o Suiza, a los que tuve la oportunidad de ver y conversar con ellos. La diferencia es que antes éramos los españoles y hoy son los africanos, sudamericanos, etc.

La circulación libre de seres humanos, por donde deseen, es un derecho natural sólo limitado por los problemas macroeconómicos. El egoísmo europeo que demostramos, olvidándonos de nuestro pasado de emigrantes, y el creciente racismo que a veces demostramos, nos debe hacer pensar en el cambio de mentalidad para solucionar estos problemas. Parte del trabajo del MPDL (Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad), ONG a la que dedico mucho tiempo, trabaja en la emigración y la búsqueda de proyectos comunes con los emigrantes fomentando el codesarrollo y trabajando en los países origen de la emigración y aquí, en nuestro país.

El fenómeno migratorio no es un problema en sí mismo, aunque sí es importante analizar las causas, efectos y problemas asociados al desplazamiento de la población africana al continente europeo en condiciones infrahumanas, debido a múltiples factores que se interrelacionan.

Una de estas causas, en las últimas décadas, se vincula al fenómeno de la pobreza y la asimetría económica, de manera que existe una clara relación entre el aumento de la población inmigrante africana a Europa y la multiplicación de la brecha socioeconómica entre los países africanos y los países europeos, que se ha agudizado desde los años setenta tanto entre los países del África subsahariana y los países del Magreb, como entre estos últimos y los países europeos. La España en que nos encontramos es fronteriza con África.

Estos flujos migratorios hacia Europa tiene efectos beneficiosos para los países africanos a través del impacto de las remesas en los países de origen, lo mismo que ocurrió con los emigrantes españoles en los años cincuenta y sesenta.

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Nosotros tenemos que asumir compromisos de gestión de la migración para evitar la estigmatización del fenómeno por parte de ideologías de derecha, para ello debemos celebrar debates, conferencias para enriquecer la discusión y las líneas de trabajo ante este nuevo fenómeno.

La pobreza afecta hoy a dos mil millones de personas, lo que equivale a un tercio de la población mundial. Si no se le pone remedio, estas cifras se duplicarán en treinta años. Para luchar contra la pauperización, sería necesario que los países del Norte respetaran sus compromisos de ayuda al desarrollo y, al mismo tiempo, que los países del Sur evolucionaran hacia la democracia.

El problema del agua está cada vez más presente. Este bien natural podría volverse problemático en el futuro. De hecho, ya lo es para gran parte de los habitantes de la Tierra, que sufren enfermedades contagiosas por las aguas residuales o que recorren cada día varios kilómetros para obtener este valioso líquido. El agua no abunda: hay que preservarla.

El informe del Worldwatch Institute del año 2004 manifiesta que los consumidores gastan unos 35.000 millones de dólares al año en agua envasada, pero 1.100 millones de personas, o una de cada cinco, carecen de acceso al agua potable. Y mientras 1.120 millones de hogares (tres cuartos de la población mundial) tienen al menos un televisor, hasta 2.800 personas sobrevivían con menos de dos dólares al día en 2002

Los más ricos del mundo usan hoy promedio 25 veces más energía que los más pobres, y Estados Unidos, con sólo el 4,5 por ciento de la población mundial, libera el 25 por ciento de todas las emisiones de dióxido de carbono.

Por ejemplo, ofrecer alimentos suficientes, agua potable y educación básica a los más pobres del mundo costaría menos que la cantidad invertida cada año en cosméticos, helado o comida para mascotas. El gasto anual en cosméticos asciende a 18.000 millones de dólares, mucho más de los 12.000 millones que costaría ofrecer atención médica a todas las mujeres.

Para eliminar el hambre y la desnutrición, se requeriría una inversión anual de 19.000 millones de dólares, sólo 2.000 millones más de lo que invierten los europeos y estadounidenses en alimentos para mascotas cada año. Mientras, la inmunización de todos los niños costaría 1.300 millones de dólares, casi 10 veces menos de los 11.000 millones de dólares que los europeos gastan por año en helados

La creciente insatisfacción con la actual tendencia de consumo nos obliga a organizar a grupos defensores de los consumidores, economistas, políticos y ambientalistas a desarrollar opciones creativas para atender las necesidades humanas y a la vez reducir el costo ambiental y social del consumo masivo y trabajemos por un consumo responsable.

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Decía Flavin que «sería ingenuo subestimar el desafío que representa poner freno al monstruo del consumismo», pero a medida que crece ese apetito, la necesidad de respuestas innovadoras se hace más clara. A largo plazo, las necesidades humanas básicas, la atención de la salud y la conservación de la naturaleza nos exigirán que controlemos el consumo, o el consumo nos controlará a nosotros. El consumo compulsivo de bienes es la causa principal de la degradación ambiental.

Los datos son impactantes: un ciudadano de Estados Unidos consume 150 veces más energía que un nigeriano, los países occidentales gastamos en comida para mascotas 17.000 millones de dólares frente a los 19.000 millones que se destinan a luchar contra el hambre; Occidente gasta 4.000 millones de dólares más en cruceros que en potabilizar el agua de países en vías de desarrollo…..Y ante estos datos qué debemos hacer, desde luego luchar por cambiar esta sociedad.

En las ciudades vive la mitad de los 6.000 millones de seres humanos que habitamos el planeta. Una ciudad tiene que ser un lugar de integración, no una máquina para triturar personalidades.

Me planteo que tengo un compromiso con la sociedad históricamente grabado en mi cabeza, que me obliga a renovar los esfuerzos para que allá donde esté, en la vorágine de la política, en el trabajo de las organizaciones no gubernamentales, en el despacho profesional, mi voz y mi experiencia puedan contribuir a paliar una carencia o a resolver una injusticia.

Pero con el tiempo y con la experiencia, he aprendido que todo lo que existe fuera de uno mismo es importante, pero el río que navega por nuestro interior es la fuente esencial, e insustituible, de una vida que es sólo nuestra. La frase bíblica de que «la caridad empieza por uno mismo» hay que aplicarla correctamente. Los demás perciben lo que transmitimos, leen en nuestros ojos, se confían en nuestra confianza, se muestran firmes en nuestra seguridad. Si perdemos la serenidad y nos dejamos vencer, nuestra falta de seguridad, de fortaleza, resquebraja los más sólidos pilares de quienes necesitan confiar en nosotros. Por eso es necesario trabajar también por y para nosotros mismos.

A veces, para crecer, hay que reconciliarse con uno mismo. Aceptarse como se es, quererse. El ser humano, para ser feliz, necesita reconciliarse consigo mismo, y el trabajo exagerado a veces puede ser una huida que no te permite reflexionar. Por eso es importante el trabajo de una Fundación que nos permite reflexionar colectivamente sobre asuntos actuales, como es hoy la cultura y qué tipo de cultura demanda nuestra sociedad; o la educación y si esta tiene que ser comprometida en valores y cuáles son los valores del verdadero compromiso político con la sociedad en que vivimos; o la situación del planeta con su alto nivel de contaminación, que está produciendo un cambio climático que ya repercute y repercutirá en nuestras vidas.

Tenemos que trabajar por conseguir un mundo en el que el consumo no sea el objetivo. No podemos tener un consumo compulsivo, sino un consumo responsable. Una de las características esenciales de nuestra sociedad es el consumo y la cantidad de facetas de la actividad de los seres humanos que despliega, desde los ámbitos más diversos: sociales, económicos, medioambientales, etc. Los consumidores representan en una economía globalizada, como en la que vivimos, el grupo económico más importante, sin embargo, constituyen el único grupo que no está organizado suficientemente y cuya opinión, muchas veces, no es tenida en cuenta, por eso debemos trabajar para crear consumidores organizados y responsables. Convivimos en un mundo donde un tercio de la población pertenece a lo que se denomina «sociedad de consumo», mientras los otros dos tercios restantes sobreviven con menos de dos dólares al día, y tendrían que aumentar su consumo para poder cubrir sus necesidades básicas de alimentos, agua potable y saneamiento. Los consumidores ricos gastan unos 35.000 millones de dólares al año en agua envasada, pero 1.100 millones de personas, o una de cada cinco, carece de acceso al agua potable como he dicho anteriormente al citar el informe de Worldwatch y que se concreta en: «Harían falta tres planetas para saciar el consumismo global»

El consumismo hoy domina la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la religión, a la familia y a la política. El consumo compulsivo de bienes es la causa principal de la degradación ambiental. A largo plazo, las necesidades humanas básicas, la atención de la salud y la conservación de la naturaleza, nos exigirán que controlemos el consumo, el planeta es para todos y ello supone cuidarlo.

La globalización económica, las crecientes desigualdades entre norte y sur y las migraciones suscitan interrogantes que tenemos que solucionar. La «Alianza de Civilizaciones», que el Presidente José Luis Rodríguez Zapatero acaba de lanzar ante la Asamblea General de Naciones Unidas frente al concepto nocivo de «choque de civilizaciones» de Samuel P. Huntington de 1993, se plantea como un antídoto político y un principio de esperanza en la política internacional, para evitar la fractura que se está abriendo entre el Islam y el mundo occidental.

Como dice Paloma García Picazo: «No podemos fingir que tenemos ya modelos para un orden mundial armonioso» y sería igualmente torpe suponer que las ideas de paz y comunidad gocen de muchas oportunidades de crecimiento mientras las potencias actúen guiadas por la percepción agresiva de «intereses nacionales vitales» o soberanías ilimitadas. Un tribalismo nuevo, y en mi opinión deplorable, fractura sociedades, separa pueblos, promueve conflicto mezquinos y sangrientos y se sustenta en afirmaciones de minorías étnicas o particulares grupales muy poco estimulantes. Dedicamos demasiado poco tiempo a aprender de otras culturas y mucho menos aún a estudiar el mapa de interacciones, el tráfico real, cotidiano y productivo casi minuto a minuto entre los Estados, las sociedades, los grupos y las identidades. A ello debemos dedicar tiempo, ello es el futuro de nuestra convivencia.

Aunque las raíces de muchos contenciosos son laicas, han llevado a una percepción de «Occidente contra el Islam», de modo que «cuanto más tiempo se prolongue estas situaciones sin un arreglo político, no militar, más fuerte se hace la hostilidad» y el peligro de un posible conflicto entre occidente y el mundo islámico puede alcanzar un ámbito global. Ante estos contenciosos, debemos trabajar para evitarlos.

El compromiso de hoy es diferente al de nuestra generación, pero es y debe ser un compromiso con los valores de la justicia, la libertad, la democracia, los derechos humanos y la solidaridad, así como la búsqueda de nuevos caminos. Y para esa búsqueda no sobra nadie. Ni siquiera los miembros de mi generación.